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Kaliningrado

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Localización:

Tipo: Urbanismo

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Continente: Europa

País: Rusia

Localización: Óblast de Kaliningrado

Año:

Estado: Terminado

Descripción:Kaliningrado, una isla entre dos mundos

4 febrero, 2015 Fernando Arancón

Afirmar que Rusia hace frontera con Polonia y Lituania puede parecer a primera vista una barbaridad geográfica considerable. Sin embargo, gracias al pequeño detalle que aquí nos ocupa, es algo completamente cierto. Entre el territorio polaco y el lituano se encuentra un enclave ruso de poco más de 15.000 km2, abrazado por las fronteras de sus vecinos y con el Mar Báltico como única salida. Su nombre actual, Kaliningrado; históricamente, Königsberg.

Una presencia olvidada a ojos del mundo pero con una importancia vital en la geopolítica europea desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy. Puesto de avanzada de Rusia en un espacio estratégico entre Europa Central y Oriental, la importancia del óblast de Kaliningrado todavía es considerable para el gigante euroasiático. No obstante, no deja de ser un anacronismo geográfico y político de la Guerra Fría cuyo sentido hoy día está enormemente desdibujado. Su futuro, por tanto, simboliza en gran medida las dinámicas sociales, económicas y políticas que vive el continente europeo. Tanto Moscú como Bruselas intentan encontrarle un hueco sin enfadar al vecino. Mientras tanto, sus habitantes, con un profundo problema identitario, buscan su lugar entre la nueva Europa comunitaria y la post-soviética.

De Prusia a Rusia

La ciudad de Kaliningrado y la región homónima circundante tiene una impronta que se remonta siglos atrás. En buena medida, y de manera un tanto paradójica, es la cuna de lo que hoy es Alemania. Königsberg fue la capital histórica de la región de Prusia Oriental, consolidada por los caballeros de la Orden Teutónica a lo largo de los siglos XIV y XV. Posteriormente este territorio, que abarcaba las actuales repúblicas bálticas y el norte de Polonia, se reconvirtió en Prusia, ente político central en el nacimiento de Alemania como estado en 1871.

Formando parte de Prusia y Alemania, Königsberg y su hinterland fueron zonas bastante prósperas, especialmente en un sentido agrícola e industrial. Sin embargo, todo eso terminó con la Segunda Guerra Mundial. Con los acuerdos de Postdam, toda Prusia Oriental quedaba repartida entre Polonia y la Unión Soviética, con el enclave de Kaliningrado –rebautizada entonces– directamente dependiente de la República Socialista Soviética de Rusia. Aquel estatus especial fue una orden directa de Stalin y no caprichosa. El líder soviético buscaba una base de plena soberanía rusa en aguas templadas, que no se congelasen en invierno. De hecho, y junto con la base naval de Sebastopol, Kaliningrado era y es el único puerto de la potencia de los Urales libre de hielos todo el año. Para remarcar su valiosa condición, la zona estuvo cerrada al paso de extranjeros durante casi medio siglo. Y es que su situación siempre ha sido privilegiada para controlar el Báltico, tener una salida submarina hacia el Atlántico y una guarnición de tropas y nuclear más cerca de la Europa occidental.

Esta posición geoestratégica, aunque habitualmente no se tenga en cuenta en las dinámicas del teatro europeo durante la Guerra Fría, tiene mayor importancia de la que parece. Incluso hoy día, con la situación bastante más distendida, conserva parte de su papel primigenio.

Sin embargo, el paso de Königsberg a Kaliningrado ni mucho menos fue tranquilo. El pequeño óblast fue rusificado al estilo soviético de la época. La población alemana de la región fue deportada, la zona colonizada por ciudadanos rusos traídos expresamente y la ciudad de Königsberg fue privada de todos los símbolos que recordasen su pasado alemán. Hasta algunos de los puentes que inspiran el conocido problema matemático fueron destruidos. Sólo se salvó la estatua y el mausoleo del vecino más ilustre de la ciudad, Immanuel Kant.

El rediseño de Kaliningrado durante la época soviética convirtió a este enclave en una pequeña copia de Rusia al oeste de la madre patria. Del escaso millón de personas que han habitado el óblast desde que cambió de manos, más de las tres cuartas partes de la población han sido y son rusos étnica y lingüísticamente hablando. A esta cifra se le sumaría el número variable de soldados soviéticos – principalmente rusos – que han servido en la zona durante la Guerra Fría, que se reduciría drásticamente con el colapso de la URSS.

Peón de Rusia y caramelo de Europa

Cuando la Unión Soviética dio paso a Rusia y a catorce países más, el debate ni mucho menos fue para el porqué de la existencia de Kaliningrado. Simplemente cambió de bandera. No obstante, a pesar de la aparente incongruencia de la situación, para Rusia sigue siendo una pieza vital de su defensa y seguridad nacional. Para el resto de Europa es simplemente un resto post-soviético que evidencia que Moscú no termina de abandonar la lógica de bloques de la segunda mitad del siglo XX para con Europa occidental.

En general Kaliningrado adolece de todos los males que puede tener un enclave separado del resto del país. Económicamente tiene potencial para ser una región boyante, y de hecho ha estado creciendo al 10% durante varios años, sin embargo, ni los enormes depósitos de ámbar ni el petróleo de sus aguas consiguen revertir un saldo comercial desastroso, en el que las importaciones triplican a las exportaciones. Tampoco tiene unas infraestructuras punteras como la red eléctrica, heredada de la época soviética, y juega con los proyectos comunitarios de la región para sacar beneficio de ellos, como la Autopista del Báltico, que discurre por la orilla este y sur de dicho mar e irremediablemente tiene que pasar por Kaliningrado.

Sin embargo, la prosperidad de los últimos años está lejos de poner al óblast en una posición óptima. La economía sumergida está generalizada, y las actividades y tramas ilegales se benefician de este rincón donde la ley rusa llega perezosamente. Del mismo modo, salir de la ciudad de Kaliningrado supone un viajar a un mundo rural improductivo y donde la pobreza abunda, al contrario que los servicios sociales, escasos y precarios.

Las críticas más duras de sus habitantes hacia Moscú van encaminadas a que al vivir subvencionados por el resto de Rusia, cuando el país va mal – tres crisis severas en un cuarto de siglo –, las ayudas se cortan y la región lo sufre profundamente. Igualmente, las políticas fiscales y económicas que tanto gustan de cambiar en el Kremlin afectan al óblast ya que no da confianzas de inversión a largo plazo, especialmente extranjeras, en una región con un potencial económico y logístico enorme. En la actualidad es el turismo, paradójicamente alemán, lo que mantiene en buena medida la economía regional a flote.

Rusia, sin embargo, no quiere soltar la correa de una región que, a pesar de no poderla mantener como debería ni como le gustaría, es un freno en las políticas expansionistas de Unión Europea y OTAN hacia el este continental. Y decimos freno, que no obstáculo insalvable. Lo que en Moscú consideraban su área de influencia post-soviética se ha ido pasando en dos décadas a los brazos de Bruselas, bien a la UE, bien a la OTAN. Así Kaliningrado ha acabado rodeada por elementos política y económicamente integrados, profundizándose la brecha entre el pequeño óblast y sus vecinos.

Actualmente, la carta que en Moscú juegan con Kaliningrado es similar a su función en la Guerra Fría. El despliegue del escudo antimisiles en los miembros de la Alianza más al este no gusta en Rusia, a pesar que desde la OTAN se insiste en que está encaminada a protegerse de Irán, si bien un objetivo encubierto es mermar la capacidad nuclear del gigante euroasiático. Así, en el Kremlin utilizan Kaliningrado como moneda de cambio: si la OTAN no se muestra excesivamente belicosa, Rusia no despliega misiles a orillas del Báltico; si la Alianza Atlántica insiste en desarrollar su escudo, Rusia traslada misiles balísticos, como hizo en 2012 con varios Iskander, que a pesar de tener un rango de alcance limitado de 400 kilómetros, capitales como Varsovia o Vilna entran en el radio de acción de estos proyectiles.

Desde la otra parte, la Unión Europea juega bajo dos premisas: la primera, seducir a la población del óblast con políticas de integración, proyectos conjuntos y una mejor cara que la que presenta a Moscú; la segunda, presionar políticamente a la pequeña zona para aumentar el descontento con su gobierno e intentar forzar una situación más favorable a los intereses europeos. Sin duda, la salida de Kaliningrado de la influencia rusa sería una victoria política considerable para la Unión, consiguiendo establecer una continuidad total geográfica y política, sin elementos o territorios que puedan ser una amenaza potencial para Bruselas y los países comunitarios de la zona.

El problema de no saber quién eres

Las políticas de la UE tienen un claro objetivo. En Bruselas intentan explotar una cuestión de índole política y social enormemente extendida en Kaliningrado como es la ausencia de identidad. En la región son rusos: étnicamente rusos, rusófonos y en su pasaporte pone que son ciudadanos de la Federación. Sin embargo, no se sienten rusos. En aquellas generaciones que emigraron tras la guerra para repoblar la zona sí se conserva esa identidad, aunque con cierta resignación puesto que viven geográficamente muy limitados; en la población joven, la identificación con Rusia es inexistente. Viendo a los vecinos, las nuevas generaciones miran más hacia la Europa occidental que hacia su país. Tampoco es extraño, ya que en distancia, capitales como Berlín o Copenhague están más cerca que Moscú, y las posibilidades de transitar por países de la Unión son mayores y más baratas que trasladarse a Rusia. Igualmente, la sensación de abandono de su gobierno cala profundamente. Ven a Polonia y Lituania crecer económicamente, desarrollar industria y recibir enormes partidas de inversión procedentes de la Unión mientras ellos se resignan a depender del petróleo y del contexto internacional para que en el Kremlin les tenga en cuenta.

MÁS INFORMACIÓN: Kaliningrado y la Unión Europea

http://www.nebrija.com/jeanmonnet/pdf/KaliningradoJMSaiz.pdf

Socialmente es un goteo constante de jóvenes que emigran de la región hacia Europa; políticamente es un serio reto en gestación. Con más desigualdad a ambos lados de la frontera, un poco de pericia comunitaria, un poco de desidia moscovita y la firme creencia de los habitantes de Kaliningrado de que desean otra realidad política bastaría para que las reclamaciones autonomistas, e incluso independentistas, brotasen en el enclave. Sólo la estabilización de Rusia y un plan generoso y efectivo para la zona evitaría que una de las mejores bazas rusas para la política europea corriese el peligro de desaparecer. Las fronteras de la Unión sobrepasaron hace más de una década aquella zona. La política rusa de mantener una serie de estados-tapón para impermeabilizarse de la influencia comunitaria ha sido exitosa para con su país, pero cada vez tiene menos colchón tras el que contener el empuje de Bruselas. En Kaliningrado llevan desde 2004 empapándose de Europa y sin que Rusia lleve allí un paraguas. La lógica regional y la historia de las dos últimas décadas nos dice que es sólo cuestión de tiempo que la antigua Königsberg quiera ponerse bajo el amparo de Bruselas o dirigir su propio futuro.

http://elordenmundial.com/2015/02/04/kaliningrado-una-isla-entre-dos-mundos/

¿Por qué Rusia aún posee el estratégico enclave de Kaliningrado?

rafael m. mañueco / corresponsal en moscú

Día 22/10/2014 - 10.21h

La base del Báltico, de donde se sopsecha que habría partido el submarino ruso que busca la Armada sueca, es la herencia de una decisión de Stalin.

La Flota del Báltico rusa, cuya base principal se encuentra en Kaliningrado, la antigua Königsberg, es una de las cuatro que componen la Armada del país, además de las del Norte, el Pacífico y el Mar Negro. Está compuesta de casi medio centenar de navíos, entre ellos dos submarinos diesel, el «Viborg» y el «Dmitrov», una escuadrilla de aviones y una agrupación de helicópteros. El número total de efectivos supera los 18.000 hombres e incluye también el 11 Cuerpo de Ejército.

El Ejército Rojo ocupó la Prusia Oriental, cuya capital era Königsberg, en 1945 y quedó anexionada a la Unión Soviética por orden directa de Stalin. Todo el enclave de Kaliningrado, que está aislado del resto de Rusia, tiene actualmente un población de un millón de habitantes. Allí nació el insigne filósofo Emmanuel Kant. La ciudad fue bombardeada en agosto de 1944 por la aviación británica con bombas de fósforo.

Después llegaron las tropas soviéticas. El asalto a la ciudad, que quedó destruida en casi un 90%, comenzó el 6 de abril de 1945 y finalizó victoriosamente cuatro días después. En la Conferencia de Yalta, Stalin obtuvo el apoyo de las potencias aliadas. El dictador soviético justificó la anexión de Königsberg señalando que la URSS necesitaba entonces un puerto en el Báltico cuyas aguas no se congelaran en invierno y adujo también la necesidad de compensar las enormes pérdidas humanas que sufrió su país durante la guerra y el hecho de que, hasta la llegada de los caballeros de la Orden Teutónica, Prusia era tierra eslava. Stalin necesitaba, en realidad, un enclave militar para controlar el Báltico.

http://www.abc.es/internacional/20141022/abci-kaliningrado-201410212107.html

Así es Kaliningrado, un pequeño y crucial enclave ruso rodeado de estados europeos

Nacho Segurado 23 de diciembre de 2013

Vuelvo a hablaros de territorios y de fronteras: hace unos meses fue a propósito de Transnistria, hoy de Kaliningrado. La Unión Europea es, aunque a veces parezca lo contrario, un cuerpo vivo, una región política en lenta, pero constante mutación. Además, no es un espacio homogéneo, contiene sus pequeñas anomalías, que son fascinantes de observar y muy entretenidas de analizar.

El enclave de Kaliningrado, que estos días vuelve a ser noticia por la amenaza del presidente Vladimir Putin de instalar misiles nucleares en él en respuesta al escudo de defensa de EE UU, es un pequeño distrito ruso de unos 15.000 kilómetros cuadrados, habitado por cerca de un millón de personas y situado, como una isla, entre Lituania y Polonia, ambos miembros de la UE desde hace casi diez años.

Durante más siete siglos, Kaliningrado fue la capital de la Prusia Oriental y se llamó Könignsberg. Fue la ciudad natal del filósofo Immanuel Kant, de la artista de entreguerras Käthe Kollwitz (la de la piedad berlinesa) y también la ciudad donde vivió bastantes años de su vida la gran Hanna Arendt. Es decir: fue una ciudad exageradamente alemana y profundamente europea (en esta condensada y útil ficha de la BBC tenéis algún dato más sobre la ciudad).

El siglo XX cambió de manera radical la naturaleza de Könignsberg. De provincia independiente de la República de Weimar pasó en pocos años a ser bombardeada por la aviación inglesa y poco después, tras la Segunda Guerra Mundial, a formar parte de la URSS de Stalin (en virtud de los acuerdos alcanzados en Postdam por los aliados vencedores de la contienda bélica), que impuso una limpieza étnica (en aquel momento no se denominaba así, claro) para borrar toda influencia alemana en la región.

Durante casi 50 años, la ciudad no solo pasó de llamarse Könignsberg a Kaliningrado (es de sobra conocida la afición de los comunistas rusos por cambiarle el nombre a las ciudades) sino que sufrió un profundo proceso de transformación, convirtiéndose –gracias a su puerto, libre de hielos en invierno– en un territorio vital para los intereses militares soviéticos. Allí descansaba la temida flota del Báltico y allí acampaban de forma permanente 500.000 soldados del Ejército Rojo.

Pero la URSS se desmoronó y Kaliningrado sufrió como pocos la resaca de la guerra fría. En menos de una década, la provincia languideció militarmente y entró en una espiral inexorable de declive económico. Su autonomía como región se vio limitada por cambios administrativos a nivel federal tendentes hacia un mayor centralismo y sus problemas de aislamiento –exponencialmente aumentados tras la entrada de Polonia y Lituania en la UE– se convirtieron en un verdadero quebradero de cabeza para las autoridades.

Hoy Kaliningrado es un “anacronismo histórico”, como escribe José Manuel Saiz Álvarez, profesor y coordinador del Centro de Estudios Europeos de la universidad Antonio de Nebrija. Un anacronismo bien comunicado (alberga la mayor concentración de autopistas de toda Rusia) y que trata económicamente de salir adelante por medio del petróleo, el ámbar y el turismo (curiosamente alemán) y a pesar del alto porcentaje de economía sumergida y de negocios relacionados con la mafia y el contrabando.

Como se encargan de recordar los especialistas, Kaliningrado pese a todo es la puerta de entrada de Rusia hacia Europa. Un territorio favorecido por acuerdos económicos especiales, objeto de diferentes programas de ayuda tanto de Rusia como de la Unión Europea (aunque Bruselas se haya mostrado tradicionalmente “indiferente a su suerte”, según analiza Mercedes Herrero de la Fuente, profesora de la UCM) y cuya naturaleza política no parece que vaya a cambiar: pese a una creciente e indudable europeización, Kaliningrado no volverá a ser Könignsberg… y entre Rusia y la UE seguirá habiendo un motivo de fricción más en el espacio postsoviético.

http://blogs.20minutos.es/europa-inquieta/2013/12/23/asi-es-kaliningrado-un-pequeno-y-crucial-enclave-ruso-rodeado-de-estados-europeos/

Kaliningrado: un trozo de Rusia aislado en Europa

14 Diciembre 2009

Ignacio Munguía

Es posible que hayáis reparado alguna vez que en los mapas de Europa hay un territorio misterioso, abierto al mar Báltico y encajonado entre Polonia y Lituania, que pertenece a Rusia. Se trata del enclave de Kaliningrado (Kaliningradskaya Oblast), un territorio del tamaño de la provincia de Córdoba, habitado por casi un millón de personas.

Moscú se encuentra a más de 1000 kilómetros de la ciudad de Kaliningrado, sin embargo Varsovia o Vilna, capitales de Polonia y Lituania respectivamente, están a tiro de piedra. Las comunicaciones con el resto de Rusia son complicadas, salvo por avión. La zona, por su importancia estratégica, estuvo cerrada al acceso de extranjeros hasta 1991.

Pero ¿cuál es el origen de esta peculiaridad geográfica? En realidad, la región de Kaliningrado nunca fue rusa, sino alemana. Pertenecía a Prusia, corazón de la Alemania imperial. En los últimos estertores de la II Guerra Mundial, Prusia fue literalmente destrozada y arrasada por los soviéticos. Tras la guerra, fue troceada y repartida como botín entre diferentes países de la Europa comunista.

La mayor parte de Prusia fue a parar a la nueva Polonia socialista, que expulsó a los alemanes que habían vivido allí durante siglos. Otra parte quedó en manos de la Alemania oriental. Finalmente, la Unión Soviética decidió reservarse para sí una parte pequeña pero estratégica, con un acceso privilegiado al mar Báltico y con las mayores reservas mundiales de ámbar.

El territorio pasó a depender directamente de Moscú. Los alemanes fueron víctimas de una atroz limpieza étnica, miles fueron masacrados y el resto deportados (los que tuvieron suerte, a Alemania, los demás, a Siberia). La ciudad de Königsberg (‘Montaña del Rey’, en alemán), antiguo orgullo de la corte prusiana, quedó destruida.

De ‘la Montaña del Rey’ a ‘la ciudad de Kalinin’

Los soviéticos comenzaron a construir una ciudad nueva sobre las ruinas de Königsberg. Quizá no tiene sentido decir que Kaliningrado era Königsberg. La una se encuentra donde hasta 1945 se levantaba la otra, pero la historia de Königsberg fue sencillamente interrumpida. Era necesario encontrar un nuevo nombre para una nueva ciudad.

Mijail Kalinin fue uno de los servidores más leales y crueles de Stalin. Como fiel lacayo del dictador, consiguió escaparse de todas sus purgas. Oportunamente, Kalinin murió en 1946, justo cuando se necesitaba un nuevo nombre para la ciudad para borrar su pasado alemán. Así, fue bautizada como Kaliningrado, es decir, ‘ciudad de Kalinin’, al estilo de Leningrado (hoy San Petersburgo) o Stalingrado (hoy Volgogrado).

La nueva ciudad fue construida según el urbanismo soviético más tradicional: deprimentes bloques uniformes de cemento y anchas avenidas. Al contrario que sucedió en otras ciudades, no se intentó restaurar la antigua belleza y majestuosidad de Königsberg. Eran huellas demasiado visibles de un pasado demasiado reciente.

La mayor parte de los turistas que recibe la ciudad son antiguos prusianos que fueron expulsados de la zona, y sus descendientes. Se dice que muchos rompen a llorar cuando ven en lo que se ha convertido la ciudad. La imagen ilustra el castillo de Königsberg, que se salvó de la guerra y aún así fue derruido por los soviéticos en los años 60 (al ser un ‘símbolo intolerable del fascismo prusiano’), junto a la horrenda ‘Casa de los Soviets’ que se construyó en su lugar y que nunca ha llegado a utilizarse.

La ciudad ha sufrido algunos intentos de cambio de nombre, ya que el recuerdo de Kalinin (quien además no tenía ningún tipo de relacion con Kaliningrado) no es especialmente grato. Pero las reticencias a volver al antiguo nombre alemán son demasiado fuertes. Una alternativa propuesta es Kantgrado, en honor al hijo más ilustre de la ciudad, el filósofo alemán Immanuel Kant.

Qué ver en Kaliningrado

No todo es horrible arquitectura soviética. La antigua catedral luterana y su entorno han sido rehabilitados y son Patrimonio Mundial de la UNESCO. Es un vestigio orgulloso de la antigua Königsberg, y prácticamente la única zona donde se conserva su arquitectura original, junto a restos de la antigua muralla como la imponente Puerta del Rey.

La nueva catedral de Cristo Salvador es ortodoxa, construida en el típico estilo ruso-bizantino. Fue terminada en 2006 y sus cúpulas doradas, a 70 metros de altura, son visibles desde buena parte de la ciudad. Otros puntos de interés son algunos museos como el del océano (que incluye un submarino) o el del ámbar (con más de 6000 piezas). También se puede pasear por el parque Kalinin, un gran bosque en medio de la ciudad, perfecto para perderse.

Kaliningrado

El resto de la región tiene también algunos lugares atractivos, fundamentalmente en la costa de la laguna de Curlandia y sobre todo el el istmo que separa este lago del mar Báltico, con sus casi 100 kilómetros de dunas y su naturaleza virgen. Aunque la parte lituana del istmo es mucho más fácil de visitar, la parte rusa tiene precisamente el encanto de estar mucho más inexplorada.

Entrar al territorio

Como siempre, hay que recordar que para entrar a Rusia se necesita visado, y este pequeño islote ruso en Europa no es una excepción. Si queremos visitar Kaliningrado en el marco de una visita más grande por Rusia, tenemos dos opciones: o bien viajamos en avión desde otro punto del territorio ruso (con lo cual, oficialmente no hemos salido del país) o bien necesitamos un visado con múltiple entrada (si salimos por tierra de Rusia, aunque sea para ir a Kaliningrado, ya hemos ‘consumido’ una entrada al país).

Para entrar por tierra, sólo se puede hacer por Polonia o Lituania. Los cruces fronterizos pueden suponer bastante tiempo de espera. Hay trenes internacionales con destino a Moscú y San Petersburgo (son internacionales porque cruzan otros países entre medias), así como a Berlín, Kiev y Vilna. Los trenes nacionales realizan recorridos de corta distancia por el enclave y son baratísimos, idóneos por tanto para visitar ciudades como Zelenogradsk y Chernyajovsk.

http://www.diariodelviajero.com/europa/kaliningrado-un-trozo-de-rusia-aislado-en-europa

Kaliningrado (en ruso: Калининград, transliterado: Kaliningrad, en alemán: Königsberg, en prusiano antiguo: Twangste, Kunnegsgarbs, Knigsberg, en lituano: Karaliaučius, en polaco: Królewiec), la antigua Königsberg prusiana, es una ciudad portuaria de Europa Oriental perteneciente a Rusia tras su ocupación en 1945 y situada en un exclave en la desembocadura del río Pregel, que desagua en el lago del Vístula, comunicado a su vez con el mar Báltico por el estrecho de Baltiysk.

Es capital del óblast de Kaliningrado, que ocupa 15 100 km² y tiene una población de 968 200 habitantes (2004). Dicho óblast (región o provincia) se encuentra aislado del resto del territorio ruso, con fronteras al norte con Lituania y al sur con Polonia, ambas pertenecientes a la Unión Europea (UE).

https://es.wikipedia.org/wiki/Kaliningrado

https://en.wikipedia.org/wiki/Kaliningrad

https://ru.wikipedia.org/wiki/Калининград

Pinche para ver las Fuentes seleccionadas

Vídeo:

Web recomendada: https://en.wikipedia.org/wiki/Kaliningrad#Monuments

Contador: 5165

Inserción: 2016-08-04 22:44:50

 

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