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Localización:
Tipo: Urbanismo
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Continente: Europa
País: Suiza
Localización: Capital del distrito de La Chaux-de-Fonds, Cantón de Neuchâtel
Año:
Estado: Terminado
Descripción:La Chaux de Fonds, el lugar de nacimiento de Le Corbusier, fue durante más de 100 años el centro mundial de la industria relojera. Por eso no extraña que aquí esté la primera casa diseñada por este arquitecto de renombre mundial y el Museo Internacional de la Relojería.
La imagen urbana de La Chaux-de-Fonds (1000 m sobre el nivel del mar) está marcada por su plano en damero diseñado a comienzos del siglo XIX después de un incendio catastrófico. En 2009, la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Además, es el lugar de nacimiento del arquitecto Le Corbusier, cuyo nombre verdadero era Charles Edouard Jeanneret-Gris. Aquí está emplazada una de sus primeras obras: la “Maison Blanche” construida para sus padres en 1912.
En este lugar también se encuentra el “Musée International de l'Horlogerie - MIH” (Museo Internacional de la Relojería), dedicado completamente a la historia de la medición del tiempo. Cuenta con 4500 piezas de exposición, entre ellas 2700 relojes y 700 relojes murales.
El clima en el Jura es áspero. En las colinas solitarias del Jura, al Oeste de Le Locle, se encuentra la aldea La Brévine, considerada como la Siberia de Suiza. Con -41,8°C es aún titular del récord de frío de Suiza. En verano, los montes del Jura son una popular región para excursiones y pie y en bicicleta, mientras que en invierno domina el esquí nórdico.
Paisaje urbano e industria relojera en La Chaux-de-Fonds
Esta visita proporciona retazos de la época en que la industria relojera en auge del Jura de Neuchâtel era responsable de más de la mitad de la producción mundial. Paseando por las calles de La Chaux-de-Fonds, uno puede hacerse una idea de cómo trabajaban los relojeros.
https://www.myswitzerland.com/es-es/destinos/la-chaux-de-fonds/
Por qué deberías conocer La Chaux-de-Fonds
“¿La Chaux-de-qué?” Se preguntarán muchos. Sin embargo, esta ciudad suiza pegada a la frontera francesa tiene unos reclamos de lo más poco ortodoxos para el turista intrépido que busque lugares diferentes. Su cuadriculada planta es un ensayo sobre la belleza, sobre lo práctico, lo estético y el buen vivir. Y estos son los principales hallazgos.
Javier Zori del Amo
Por ser Patrimonio de la Humanidad (y relojero)
A ver, hasta este rincón del mundo no se llega despistado del todo. La etiqueta de ser Patrimonio de la Humanidad la precede aunque en el folleto falte EL MONUMENTO. Y es que La Chaux-de-Fonds no tiene ni icono, ni casco histórico ni nada que se precie y premie por el imaginario europeo. ¿Entonces? ¡Tachán! aparecen los relojes. A principios de siglo XIX aquí solo había un par de casas al borde de un cruce de caminos. Tras un incendio redentor apareció un solar y tras él una corriente migratoria de hugonotes y judíos que huían de Francia.
En el corazón de este valle se instalaron, aprendieron algo de relojería de los locales y, sobre todo, levantaron la primera ciudad industrial del planeta con grandes edificios con enormes cristaleras. La obsesión por aprovechar el mayor tiempo posible la luz del sol hico que las calles se ordenaran en paralelo y que el ancho de las mismas estuviera delimitado por la sombra de los talleres. Esta original cuadrícula, más típica de urbanizaciones yankees, permitió que proliferara este negocio hasta convertirla en la capital mundial de la relojería y también en una especie de paraíso del proletariado donde los obreros vivían bien y el negocio estaba bien repartido. Su particular planta y urbanismo industrial le hace estar protegida. Las mejores vistas de ello se disfrutan desde el observatorio situado encima de la oficina de turismo.
Pero los relojes no solo cuentan la Historia. También marca el presente turístico de la ciudad. Primero por los cuarteles generales de marcas como Tag Heuer, Ulysse Nardin, Tissot o Patek Phillipe que atrae a curiosos de este complemento. Aunque, dicho sea de paso, sus oficinas apenas cuentan con tiendas sorprendentes ni con showrooms con los que quitar el hipo al visitante. Segundo, por experiencias como las de ensamblar un reloj que lleva a cabo LMEC, un taller de micromecánica donde se aprende a tener paciencia, mejorar el pulso y, solo al final, acabar montando un reloj, manecillas y correa incluidas. Y tercero con el museo internacional de la relojería , un espacio cavado en la montaña sorprendentemente atractivo. Aquí se lucen rarezas, antigüedades, relojes curiosos, pequeños, diminutos, de bolsillo y hasta carillones domésticos con sus propios shows. No faltan las secciones más científicas (y precindibles) ni alguna que otra pincelada vanguardista en forma de diseños de Warhol o de Dalí.
Por el Art Nouveau
La clase obrera que trabajaba en las relojerías y en los negocios tangenciales (fabricación de maquinaria especializada etc.) vivía en una especie de paraíso para el proletariado. Por eso, durante la primera era de vacas gordas apenas había diferencias de clases. Y todos querían tener su trocito de arte decorativo. El Art Nouveau se puso la botas en este lugar, embelleciendo la vida cotidiana, expresándose en portales, fachadas poco presuntuosas y escaleras. Nada de belleza encerrada, mucho mejor que se exhiba, que salga a la calle con los motivos florales y animales de los que hacía gala. La apertura Escuela de Arte solo fue la consecuencia, la constatación de que la ciudad se asentaba y que estaba sedienta de arte.
El máximo exponente y profesor de la misma fue Charles L’Epattenier, profesor del siguiente reclamo (un poquito más abajo) y padre de una generación de jóvenes arquitectos que engalanarían la ciudad con descaro y guiños. Algunos de los más sorprendentes son las antiguas caballerizas (hoy piso de viviendas) o el crematorio del cementerio. Este tétrico lugar tiene el honor de ser uno de los primeros de su clase en ser laico, abierto para toda religión y surgido desde la necesidad de espacio en el camposanto de la ciudad. Su simbología es aconfesional y universal, con mosaicos y vidrieras que hablan del reposo, de la paz y del consuelo.
Por Le Corbusier
Pero el alumno más aventajado de aquella escuela no fue otro que Charles Édouard Jeanneret-Gris, más conocido (años después) como Le Corbusier. Este joven miope empezó a hacer sus pinitos junto al resto de sus compañeros en los diseños de las mansiones construidas en la zona alta de la ciudad. La Villa Fallet, la Jaquemet y la Stotzer son las primeras obras en las que el joven Charles experimentaba con el Art Nouveau junto al resto de sus compañeros de clase.
Pero aquí también viviría el cambio radical hacia su estilo propio tras sus viajes mediterráneos. Su fama se gestó gracias a La Maison Blanche y la Ville Schwob. La primera fue un regalo para sus padres, toda una explosión de color blanco entre el verdor del bosque que al final acabó siendo una auténtica declaración de intenciones: más y más luz, más y más ventanas con paredes transparentes (¡que aguanten el peso los pilares!) y más colores limpios. Gusta por su apariencia impoluta y porque está abierta al público (hasta se puede tocar el viejo piano de su salón) . Por su parte, la Ville Schwob sería el punto y final de su relación con su ciudad natal. La conocida como Villa Turca le supuso peleas con su dueño (un magnate de los relojes) y problemas de financiación. De aquí se marcharía en 1917 con un enfado considerable y acabaría asentándose en París, donde crecería su fama y sus proyectos hasta hacerle una figura fundamental en la Historia de la Arquitectura.
Por el queso, el vino, la absenta y las viejas granjas
Un momento, La Chaux-de-Fonds está en Suiza. Entonces ¿qué hay de esa estrecha relación entre ciudadanos de primera y naturaleza? Pese a su compleja historia, la versión actual de la ciudad ofrece guiños al campo como la magnífica Maison du fromage con su cueva donde curan personalmente los quesos (visitable con reserva) . También recuerda que por la zona se inventó la absenta y que en sus paladares gusta más el vino del Ródano que el propio. Esto último se constata en la mejor vinoteca de la región, la Charriere , donde se exhiben rarezas y pasión por la AOC Côtes du Rhône. Y, cómo no, también tienen su parte de gloria las vaquitas y las granjas, aunque sea como la Ferme des Brantd , un espacio recuperado por una asociación que busca perpetuar este tipo de edificios y estilo de vida. Aunque, eso sí, por dentro es un señor restaurante de cocina sofisticada con ingredientes locales.
https://www.traveler.es/viajes-urbanos/articulos/la-chaux-de-fonds/4416
La Chaux-de-Fonds es una ciudad y comuna suiza del Cantón de Neuchâtel, capital del distrito de La Chaux-de-Fonds. Tercera ciudad de Romandía tras Ginebra y Lausana. La Chaux-de-Fonds debe su renombre a la relojería, a la microelectrónica, a su particular arquitectura y a la riqueza de su vida cultural y deportiva. Es el lugar de nacimiento del arquitecto Le Corbusier.
Patrimonio
El urbanismo relojero de La Chaux-de-Fonds y de Le Locle ha sido reconocido en el año 2009 por la Unesco por su valor universal y excepcional. De esta forma se convierte en el décimo emplazamiento suizo que pasa a formar parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad y se une al casco antiguo de la ciudad de Berna, al Ferrocarril Rético y a la abadía de San Galo.
La localidad alberga a su vez las primeras obras construidas de Le Corbusier, una de las personalidades nacidas en la región.
Geografía
Situada en un alto valle de la cadena del Jura (el centro de la ciudad se sitúa a unos 1000 metros sobre el nivel del mar), La Chaux-de-Fonds es la segunda ciudad de mayor altitud de Suiza después de Davos, y una de las ciudades de mayor altitud de Europa. Es además, por población, la primera ciudad del cantón de Neuchâtel, la tercera ciudad de Romandía después de Ginebra y Lausana, y la duodécima ciudad en toda Suiza. Cabe, sin embargo, matizar la importancia de estos datos señalando que La Chaux-de-Fonds no pertenece, como otras ciudades, a ninguna aglomeración urbana. La capital del cantón, Neuchâtel, y el conjunto de ciudades aledañas constituyen un núcleo urbano más poblado. Ese carácter "campestre" es, no obstante, uno de los principales atractivos de una ciudad que presume de ser, tal como reza un lema oficial, “la única ciudad que ha escogido vivir en el campo”.
La ciudad limita al norte con las comunas de Fournet-Blancheroche (FR-25), Grand'Combe-des-Bois (FR-25), Les Fontenelles (FR-25) y Les Bois (JU), al este con La Ferrière (BE), Renan (BE), Fontaines y Val-de-Ruz, al sur con La Sagne, al suroeste con Le Locle, y al oeste con Les Planchettes.
https://es.wikipedia.org/wiki/La_Chaux-de-Fonds
https://fr.wikipedia.org/wiki/La_Chaux-de-Fonds
https://lds.geo.uzh.ch/de/alle-orte/Espace-Mittelland/La-Chaux-de-Fonds.html
https://www.chaux-de-fonds.ch/galerie-multimedia/photos/vues-aeriennes-photos
https://www.photos-neuch.net/eglises_5a.html
https://www.photos-neuch.net/chx-fonds_1a.html
https://www.emporis.com/statistics/tallest-buildings/city/100880/la-chaux-de-fonds-switzerland
https://lds.geo.uzh.ch/de/alle-orte/Espace-Mittelland/La-Chaux-de-Fonds.html
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Web recomendada: https://www.chaux-de-fonds.ch/
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