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Nombre:

Madrid

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Localización:
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Tipo: Urbanismo

Categoría:

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Continente: Europa

País: España

Localización: Comunidad de Madrid

Año: 900

Estado: Terminado

Descripción:Historia de Madrid

Con independencia de la posible existencia de un Madrid romano, las primeras noticias que se tienen de Madrid se remontan a la época musulmana, a los tiempos del emir Muhammad I (852-886), quien mandó construir una fortaleza en la orilla del Manzanares, conocida en los textos árabes por Mayrit, (Magerit en su forma castellanizada).













La fortaleza fue construida en el lugar que hoy ocupa el Palacio Real con el propósito de vigilar los pasos de la sierra de Guadarrama y ser punto de partida de razzias contra los reinos cristianos del norte.

El significado de Mayrit no está claro, aunque parece ser el híbrido de dos topónimos: uno mozárabe, matrice, que significa "fuente", y otro árabe, majrà, que significa "cauce" o lecho de un río. Ambos aluden a la abundancia de arroyos y aguas subterráneas del lugar.

Esta fortaleza fue ocupada temporalmente en el año 932 por Ramiro II y posteriormente Alfonso VI la incluyó entre los territorios ganados a al-Andalus. En torno al antiguo recinto fortificado debió crecer la villa de Madrid favorecida por las medidas repobladoras de los monarcas entre las que destaca la concesión del fuero en 1202.En 1339 y 1340 Alfonso XI reunió cortes en Madrid al igual que lo hizo Enrique III durante su reinado.

Los verdaderos comienzos de Madrid

Sin embargo, Madrid no cobró verdadera importancia hasta que Felipe II trasladó allí la corte en 1561. Al establecerse la corte se hizo patente la necesidad de reformas urbanísticas y pronto surgieron arrabales fuera del recinto medieval.

Al tiempo que aumentaba la superficie urbana crecía el número de habitantes, pasando de 4.060 en el año 1530 a 37.500 en el año 1594. En abril de 1637 había en la corte 1.300 pobres "legítimos e impedidos" y 3.300 que pedían limosna, la mayor parte extranjeros, antiguos peregrinos de Santiago y ex soldados. Estos constituían, junto con pícaros y rufianes, la base de la pirámide social. El descontento, por motivos de la falta de pan o el alza de precios, era explotado por los partidos para alentar motines (Motín de los Gatos de Madrid).

La instalación de la corte y de los organismos centrales político administrativos en Madrid hizo que se convirtiera en foco principal de la vida artística y literaria española, lo que atrajo a multitud de artistas españoles y extranjeros. Las construcciones más destacadas del Madrid de los Austrias fueron, además de algunas iglesias, la plaza mayor, la cárcel de la corte y el ayuntamiento.

El siglo XVIII se abre con la guerra de sucesión a la corona de Carlos II, en la que Madrid se vió involucrado. Desde 1706 Madrid permaneció fiel a los Borbones y en recompensa los monarcas hicieron de ella la capital de un estado centralizado, con todas las ventajas que ello suponía. Urbanísticamente, el Madrid de los Borbones experimentó notables mejoras. Durante el reinado de Felipe V se construyó el puente de Toledo y se inició la construcción del Palacio Real (1737) que debía sustituir al alcázar, incendiado en 1734. Fernando VI y en especial Carlos III, pusieron gran empeño en las obras de saneamiento y embellecimiento de la ciudad: empedrado, limpieza de las calles, alumbrado público, vigilancia nocturna, etc. Carlos IV prosiguió con las reformas pero en menor escala.

Además de transformar su fisonomía externa la ciudad también varió de contenido social perdiendo su tono abigarrado y multiforme y desarrollando capas liberales y artesanas. Sin embargo, las clases populares continuaron expuestas a crisis alimenticias periódicas y su indignación continuo siendo explotada por oscuros complots políticos, tales como el motín de Esquilache (marzo 1766) y el motín de Aranjuez (1808). Poco después estas mismas clases lucharían en las calles de Madrid contra los franceses en la jornada del 2 de mayo.

Los esfuerzos realizados por los Borbones para impulsar el desarrollo económico, urbanístico y cultural de la ciudad se vieron truncados como consecuencia de las guerras napoleónicas. Madrid no recuperó su ritmo hasta la tercera década del siglo XIX.

Historia de Madrid actual

Madrid en el siglo XXI

Entre 1840 y 1850, muchos de los antiguos conventos y fincas eclesiásticas adquiridos por comerciantes, profesionales liberales, terratenientes y financieros con la desamortización eclesiástica iniciada por Mendizábal, fueron demolidos y en su lugar se edificaron barrios enteros. Sin embargo, el recinto urbano era prácticamente el mismo de la época de los Austrias.

El crecimiento demográfico de Madrid no se debió como en otras ciudades al proceso de industrialización (la mayoría de las empresas industriales a principios del siglo XX eran de carácter tradicional para satisfacer la demanda local). A partir de 1920 hubo un incremento demográfico notable debido a la inmigración. En 1930, el 46,9% de los residentes habían nacido en otras provincias.

Después de la segunda guerra mundial, la capital, además de ser un importante centro de consumo, inició un proceso de modernización en el que se crearon grandes empresas y comenzaron a desarrollarse industrias químico-farmacéuticas, metalúrgicas y electromecánicas.

Actualmente la provincia de Madrid supera los seis millones de habitantes y es una de las ciudades más importantes de Europa.

http://www.disfrutamadrid.com/historia













Breve historia de la Plaza Mayor de Madrid

Posted on 6 marzo, 2008

Nunca una plaza ha sido tan plaza, ni una plaza ha sido tan mayor como la de Madrid. Se te llena la boca al nombrarla: Plaza Mayor de Madrid.

Solo hay que quedarse parado cinco segundos junto a la estatua ecuestre de Felipe III y mirar, escuchar y sentir a las miles de personas que pasan por allí.

Esta barroca plaza castellana, porticada, con balcones corridos en el primer y segundo piso y volados en el superior es el corazón y alma de la Villa de ese Madrid llamado de Los Austrias.

El colosal espacio urbano que actualmente observamos tiene su origen en la medieval Plaza del Arrabal, un cruce de caminos dirigidos a Toledo y a Atocha, situada entre los arrabales de San Martín y de Santa Cruz, a extramuros de la ciudad. Algunas fuentes dicen que estos terrenos estuvieron anegados por las aguas de una laguna.

Aquí se localizaba una casa porticada donde se regulaba el comercio de la plaza, lonja predecesora de la Casa de la Panadería, construida en 1590 por Diego Sillero, siguiendo pautas de Francisco de Mora. Pero sería el sobrino de este último, Juan Gómez de Mora, el que integrara el edificio en el gran espacio civil de la Plaza Mayor. Por encargo de Felipe III este arquitecto transformó la vieja Plaza del Arrabal en una homogénea Plaza Mayor.

El 15 de Mayo de 1620 se inauguró este magnífico espacio porticado, durante las fiestas de beatificación de Isidro el Labrador, el patrón de Madrid, siendo Lope de Vega el encargado de organizar unas justas poéticas.

Muchos “momentos históricos” le ha tocado vivir a la castiza plaza, como la proclamación de Felipe IV, Fernando VI, Carlos III o Carlos IV como reyes de España, ajusticiamientos públicos, autos de fé, casamientos de infantas, el Motín de Esquilache y hasta festejos de cañas, los precursores de las corridas de toros.

La madrugada del 7 de julio de 1631 se desató un terrible incendio en unos sótanos cerca de la Casa de la Carnicería. Duró tres días y no se apagó hasta que se llevaron en procesión las imágenes de las vírgenes de la Almudena, de Atocha y de la Soledad, así como el cuerpo incorrupto de San Isidro. Las plegarias fueron “escuchadas”, pero las pérdidas alcanzaron el millón trescientos mil ducados.

La reconstrucción llevada a cabo no duraría mucho, ya que el 20 de agosto de 1672 se declararía un nuevo incendio, esta vez en la Casa de la Panadería, la cual fue prácticamente destruida. El arquitecto José Ximénez Donoso, basándose en el plano-maqueta de Gómez de Mora, reconstruyó el edificio en diecisiete meses. Tan sólo se conservó del edificio original el corrido piso principal y las torres. Los costes esta vez fueron doscientos mil ducados.

En 1717 se instaló en ella el Peso Real.

En 1745 Felipe V ordenó que la Casa de la Panadería albergara la Junta Preparatoria de la futura Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde estuvo hasta su traslado a la calle de Alcalá, siendo ocupado entonces el edificio por la Real Academia de Historia. Siglos más tarde se instaló la Biblioteca Municipal, fue Archivo Municipal y Segunda Casa Consistorial. También ha servido como sede de exposiciones temporales, y actualmente es utilizada en la celebración de bodas civiles.

Desafortunadamente, el mayor incendio que ha sufrido la plaza estaría por llegar: el 16 de Agosto de 1790 las llamas destruyeron las tres cuartas partes de los edificios.

Además, se perdieron las pinturas al fresco realizadas en la fachada de dicha casa.

El arquitecto de Carlos IV, Juan de Villanueva reconstruyó la plaza, rebajando fachadas, dando continuidad y simetría al espacio y cerrándola por completo. Otros arquitectos que contribuyeron a realzar la belleza de esta gran obra barroca de aires clasicistas son Antonio López Aguado y Custodio Moreno. Se dio por finalizada en 1854.

En 1880 se reformó la Casa de la Panadería, decorando nuevamente la fachada con pinturas al fresco, que en 1992 se sustituyeron por las actuales, realizadas por Carlos Franco. La última gran restauración del recinto acabó en 1961.

Pero no siempre se la llamó Mayor a esta plaza, si no que también fue apodada “de la Constitución”, “Real” o “de la República”, según el régimen que gobernara en el momento.

En cuanto a la estatua del rey Felipe III, decir que fue instalada el 23 de Marzo de 1848.

Mesonero Romanos solicitó a la reina Isabel II en 1847 que se instalara la estatua ecuestre del rey Felipe III en el centro del recinto porticado. Esta estatua, obra del siglo XVII de Juan de Bolonia y Pietro Tacca, se encontraba hasta entonces en los jardines de la entrada de la Casa de Campo.

Por cierto, esta estatua guardó un macabro secreto durante cientos de años: miles de gorriones quedaron atrapados en la panza del caballo al entrar por la boca y no poder salir. Este peculiar cementerio fue profanado al derribarse violentamente la estatua al día siguiente de proclamarse la II República. Afortunadamente para los pobres pajarillos la boca del caballo se selló al restaurar el monumento.

Al hablar de la Plaza Mayor del reino, sería imperdonable no hablar de la más famosa de sus nueve puertas: el Arco de Cuchilleros, monumental entrada con base de sillares de granito, por la que pasaría miles de veces el más famoso bandido de Madrid: Luis Candelas.

Hay muchas historias que contar, por lo que insto a que se investigue, que se consulten libros, y si encontráis datos de la Casa de la Panadería no hablados en este artículo, por favor, hacédmelos llegar.

En fin, que ya sea para tomarse un buen chocolate con churros, para completar tu colección de sellos y monedas, para que te hagan una divertida caricatura, o para comprar figuritas para tú Belén en el mercadillo navideño, no puedes dejar más tiempo pasar: ¡¡¡¡disfruta de tu plaza!!!!

juanma

http://jmduende.wordpress.com/2008/03/06/breve-historia-de-la-plaza-mayor-de-madrid/

http://www.madridpedia.com/madrid/la-plaza-mayor-de-madrid













Breve Historia de La Gran Vía. Una grieta de modernidad en un viejo caserío asfixiado

La villa de Madrid, corte desde 1561, sin embargo no lo parecía a mediados del siglo XIX. Callejas estrechas, un caserío apelmazado y mezquino, poca salubridad y ventilación diferenciaban nuestra villa de otras capitales europeas. Durante el reinado de Isabel II (1833-1868), que fue la época en la que más reformas se propusieron para la villa, se empezó a vislumbrar la posibilidad de crear una Gran Vía que abriese una grieta de modernidad en el inalterable plano de Madrid. Inalterable por el casi nulo crecimiento de la villa, constreñida en sus cercas, en los anteriores doscientos años.

El proyecto de ensanche de Carlos María de Castro se presentó en 1860, y en 1859 se inició la profunda reforma de la Puerta del Sol. Era inevitable construir una Gran Vía. Y la primitiva Gran Vía sería creada como consecuencia de la reforma citada. Se prolongaría la calle de Preciados, ya ensanchada en su tramo entre la Puerta del Sol y la plaza del Callao, y llegaría hasta la entonces plaza de San Marcial. La idea es de 1862, y algo se empezó a hacer. Algunas expropiaciones, y -cito a Peñasco y Cambronero, en su artículo referido a la desparecida calle de Peralta- “la casa números 6 y 8 forma una rinconada, porque se construyó el año 1862 para alinear una gran vía que pensó hacerse desde la Plaza del Callao hasta la de San Marcial”. Lo anterior fue escrito en 1889, y ya entonces había otro proyecto, firmado en 1886 por Carlos Velasco y Peinado. Esta idea, ya más factible y ambiciosa, fue la que condujo a Felipe Pérez y González a escribir los versos de La Gran Vía, a los que puso música Federico Chueca, y con ello dieron una de sus obras maestras al Género Chico. Esta vez, la Gran Vía nace y finaliza casi en los mismos lugares que en la actualidad, pero siguiendo una línea recta. Se formaría una glorieta en el cruce con la Corredera Baja de San Pablo y, al final, tras un brusco giro hacia la izquierda a la altura de la calle de Amaniel, enlazaría ya con la plaza de San Marcial. Pero, tampoco. En este caso, la extraña legislación sobre expropiaciones tuvo la culpa. En 1898 de nuevo el Ayuntamiento recoge el proyecto, y se lo entrega a José López Sallaberry y Francisco Andrés Octavio, que lo modifican, y ¡ya tenemos proyecto de Gran Vía!

Pero no, aún no. No se entrega hasta 1904, y las obras no empiezan sino en 1910. Y terminan... ¡en 1954!

Casi cien años para construir una calle son muchos años, pero en Madrid los cambios son siempre muy mal asumidos, y la Gran Vía era un cambio muy grande.

En 1910 se iniciaron los derribos de los solares expropiados. La primera víctima fue la casa del cura de la iglesia de San José, en la que Alfonso XIII clavó una piqueta dorada una mañana de abril. Este primer tramo hizo desaparecer la calle de San Miguel, que iba desde la Red de San Luis hasta la calle de Alcalá. Cuando unos años después se terminó, recibió el nombre de Conde de Peñalver, en recuerdo del alcalde que promovió el inicio de las obras.

En el segundo tramo se acabó con la mayor parte del trazado de la calle Jacometrezo, y el nombre elegido fue el de Pi y Margall, destacado político del siglo XIX que fue presidente del Poder Ejecutivo durante la Primera República.

Y el tercer tramo se inició a mediados de los años veinte y no finalizó hasta que se igualó el terreno en la calle Princesa y se enlazó con la plaza de España. Fue el trozo más destructivo, que más calles hizo desaparecer, y que se llevó por delante el magnífico mercado de los Mostenses, verdadera joya de la arquitectura en hierro. El nombre de este tercer tramo fue en principio Eduardo Dato, presidente del Gobierno asesinado en la Puerta de Alcalá en 1921.

El edificio más imponente de este tramo de la Gran Vía es la sede de la Telefónica. Su autor es Ignacio de Cárdenas Pastor

Pero tras la guerra (durante la misma su nombre popular fue “Avenida de los Obuses”, por los muchos que se dirigían hacia el edificio de la Telefónica), cambian todos los nombres, aunque los madrileños siempre la conocieron como Gran Vía. En 1981 definitivamente adquiere esa denominación. El Conde de Peñalver y Eduardo Dato fueron compensados, respectivamente con las antiguas calles de Torrijos y del Cisne, pero se olvidaron de Pi y Margall, que siguió sin calle en Madrid hasta que los nuevos desarrollos urbanísticos septentrionales permitieron reparar la injusticia.

Con el inicio de las obras de la Gran Vía, la calle se empezó a llenar con los edificios más suntuosos que Madrid tenía, empezando por el de La Unión y el Fénix, en la esquina con Alcalá y Caballero de Gracia, el cual se levantó en el solar de la “casa del ataúd”, llamada así por ser muy estrecha y alargada. El edificio de la Unión y el Fénix (hoy Metrópolis) fue el primero de los llamados “en quilla de barco”, que luego proliferaron más en la Gran Vía. Una nueva casa del cura de San José surgió en la acera contraria, y junto a ella, el edificio de la Gran Peña. Por cierto, que esta acera del primer tramo fue una decepción para muchos aristócratas que tenían sus posesiones en las cercanías, y que habían hecho reformas con la idea de que sus fachadas diesen a la nueva avenida, pero el cálculo fue erróneo y ninguno de ellos acertó. En 1917 se abrió este tramo, que en su versión final fue diez metros más estrecho de lo previsto, quizá para salvar el Oratorio del Caballero de Gracia, quizá por otro tipo de intereses. En cualquier caso, el hecho de haber impedido la desaparición de la joya arquitectónica firmada por Villanueva hace que nos dé exactamente igual la anchura de esta parte de la avenida.

El segundo tramo, cuyas obras empezaron inmediatamente y finalizaron en 1922, sí que mantiene la original anchura de 35 metros. En principio estuvo prevista la construcción de un bulevar adornado con sóforas japónicas, lo cual se descartó posteriormente. De esta manera nos ahorramos que más adelante se hubiese eliminado de todas formas, para que pudieran pasar los coches, hoy por hoy dueños de las calles (y cada vez más de las aceras) de nuestra villa. El edificio más imponente de este tramo de la Gran Vía es la sede de la Telefónica. Su autor es Ignacio de Cárdenas Pastor, que se basó en estudios realizados en Estados Unidos, lo cual dio una impronta americana a la obra. A pesar de todo se intenta dar un toque local en la portada y otros elementos, que tratan de asumir formas del tradicional barroco madrileño. Las obras se iniciaron en 1925 y en 1929 el perfil de Madrid ya contaba con el que fue su más alto edificio durante muchos años.

A la altura de la Red de San Luis, el gran arquitecto Antonio Palacios levantó una pequeña obra que era (y es) un ejemplo de que su arte no sólo se mostraba en los grandes edificios, muchas veces acusados de grandilocuencia. Era el templete de entrada a la estación de Gran Vía del metro, que permitía un más cómodo acceso a los andenes mediante ascensores. Fue levantado en 1919 y en 1932 tuvo que ser reformado y se instalaron en él ascensores de menor tamaño. En marzo de 1966 se decidió que ya no servía y que estorbaba, y fue eliminado. Por suerte no desapareció del todo, ya que fue desmontado y trasladado al pueblo natal de Antonio Palacios, Porriño, en la provincia de Pontevedra, donde fue colocado en un parque y aunque se tenía la pretensión de utilizarlo como oficina de información hoy no se muestra más que como descarnado esqueleto. Es una vergüenza que Madrid no haya podido conservar el que fue uno de sus símbolos durante mucho tiempo, y, aun siendo muy de agradecer la iniciativa de la ciudad gallega, en la actualidad ese templete tendría que estar en algún punto importante de esta villa. Sólo nos queda a los madrileños un modesto recuerdo en forma de relieve en la propia estación del metro de Gran Vía.

Y el tercer y último tramo empezó a construirse en 1925 y no se acabó de levantar el último inmueble hasta mediada la década de los cincuenta. Muchos y muy buenos edificios tiene, pero todos los especialistas destacan uno, el del cine Capitol, que realmente se llama Edificio Carrión. Obra maestra del expresionismo en la arquitectura, está firmado por Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced y Eced, que obtuvieron el encargo tras imponerse en un concurso restringido. Se levantó entre 1931 y 1933 y fue el primer edificio destinado a hotel por apartamentos en Madrid. Hoy en día no se puede apreciar su belleza en plenitud, pues su fachada y, sobre todo, su torreón, están cubiertos de anuncios luminosos.

Un suceso curioso acaeció en esta avenida en 1928, cuando aún no se había acabado del todo. Un toro se escapó y hubo de ser estoqueado en plena calle por el diestro Diego Mazquiarán Fortuna. José María de Cossío narra en su monumental obra Los toros> el acontecimiento: “El 29 de enero de 1928, en la conducción de ganado bravo al matadero de Madrid, un toro se desmandó del resto de la piara, y entrando en Madrid por el puente de Segovia sembró el pánico por sus calles, atropellando e hiriendo a varias personas. En la Gran Vía, Mazquiarán, que casualmente transitaba por ella, se quitó el abrigo y detuvo su carrera con varios lances. Impidió que el toro abandonara el engaño y le tuvo embebido en él hasta que llegó el estoque que había mandado a buscar a su casa. Con el abrigo a guisa de muleta le dio media estocada en lo alto. La multitud que en torno a él se había agrupado, le ovacionó emocionada, sacando los pañuelos, pidiendo la oreja para el matador circunstancial.”

Desde su finalización, la Gran Vía se convirtió en una de las principales arterias de la ciudad, comercial y bullanguera, llena de cafés, terrazas, comercios y grupos de turistas extranjeros que recorren sus cuestas en tropel y asombrándose de cuanto ven, asombrándose de contemplar una avenida moderna y europea en lugar de un montón de plazas de toros -a pesar de la media estocada de Fortuna-, tablaos flamencos y bandoleros de patillas y faca... En fin, esto es Europa.

http://www.fotomadrid.com/verArticulo/85

http://granvia.esmadrid.com/historia/

http://www.viendomadrid.com/2009/12/edificio-metropolis.html













Introducción

El Paseo de la Castellana forma parte de uno de los ejes viarios más importantes de Madrid, que, con su centro en la Plaza de la Cibeles, se extiende por el sur, a lo largo del Paseo del Prado, hasta la Glorieta de Carlos V y, por el Norte, por el Paseo de Recoletos y la Castellana, hasta la Plaza de Calvo Sotelo. Tanto el Paseo de Recoletos como los del Prado y Castellana forman la zona de Madrid que más transformaciones -urbanísticas, arquitectónicas, funcionales y demográficas- ha sufrido en su historia.

Según Carmen Gavira, la Castellana cumple hoy día un triple papel como centro de poder, simbólico y geográfico, en donde se concentran, por un lado, centros de decisión política y económica así como edificios y monumentos significativos y, por otro, se acumula un enorme tráfico, que la convierte en un punto vital de confluencia y de comunicación urbana.

Si hoy la Castellana es, ante todo, escenario de poder, con empresas financieras y bancarias, embajadas..., a finales del siglo pasado también lo era aunque de un modo distinto, como lugar elegido por la aristocracia y la burguesía para vivir.

El Paseo de la Castellana, en sentido estricto, comienza en la Plaza de Colón y concluye en la confluencia de las carreteras de Burgos y Colmenar Viejo. Nadie diría que a comienzos del siglo pasado, este Paseo fuera una vaguada o barranco por donde discurría el Arroyo del Bajo Abroñigal o Valnegral, también llamado de la Castellana, que nacía cerca de Chamartín.

Antes de la construcción del Canal de Isabel II, el abastecimiento de agua de Madrid se realizaba a través del río Manzanares, pozos particulares y catorce viajes de agua, de los cuales el más largo era el de la Castellana, que fue construido entre 1614 y 1621. Bajaba con dirección Sur hasta Atocha, desviándose a partir de aquí al Sureste para desaguar en otro, el del Alto Abroñigal. La Fuente Castellana tenía fama de contar con las aguas más ligeras de Madrid.

Los comienzos del Paseo de la Castellana

En 1786 se acondicionó el camino de la Castellana, al final del cual existía un pilón que recogía las aguas de la Fuente Castellana. En 1807 se canalizó el Arroyo y se iniciaron las obras del futuro Paseo. Unos años después -en 1830- comenzó la urbanización de la zona y el proyecto finalizó en 1834. Posteriormente, se plantaron la nueve filas de árboles que recorrían, en un principio, el Paseo.

La avenida fue bautizada inicialmente con el nombre de Paseo Nuevo de las Delicias de la Princesa, en honor a la futura Isabel II. Popularmente siempre ha sido conocida por el Paseo de la Fuente Castellana, tomando tal denominación de la que existía en lo que hoy es la glorieta de Emilio Castelar. El 15 de abril de 1881, el Ayuntamiento acordó denominar a todo el Paseo comprendido entre Atocha y el Hipódromo, Avenida de la Libertad.

Para poder comprender la necesidad de la prolongación del Paseo de Recoletos, que dio lugar al Paseo de la Fuente Castellana, hay que remontarse a mediados del siglo pasado y ver las "apreturas" que tenía el Madrid de entonces. La Villa y Corte estaba rodeada por la cerca mandada construir por Felipe IV en 1656. Esto impedía que la ciudad creciese y se extendiera, a pesar del aumento de población que se registró a lo largo de doscientos años.

Aunque ya a finales del siglo XVIII, Jovellanos presentó un extenso informe sobre la necesidad de ensanchar la capital, ello no se llevó a cabo hasta 1868, año en que se derribó la cerca y que supuso dar salida a cuarenta y dos calles que partían del centro, entre ellas el Paseo de la Castellana.

La segunda mitad del XIX: el Plan Castro

En 1846, el Gobierno encargó un proyecto de Ensanche al ingeniero Juan Merlo, quien realizó un plano de los nuevos límites de Madrid. Un año más tarde fue rechazado por el Ayuntamiento porque, a juicio del entonces concejal Mesonero Romanos, antes de extender la ciudad había que reestructurarla. El Ayuntamiento propuso reconstruir las casas bajas y añadirlas un piso superior, con lo cual la ciudad no necesitaba un plan de ensanche mientras pudiera crecer hacia lo alto en lugar de hacerlo hacia lo ancho.

El aumento progresivo de la población–que hizo que, de 200.000 habitantes que había en 1846, se pasara a 275.000 en 1858, llegando diez años más tarde a sobrepasar los 300.000– obligó a tomar medidas urgentes para efectuar un ensanche de la ciudad. Desde 1860 hasta 1900, Madrid registró un aumento de 276.538 habitantes. Ya en 1858 el Gobierno encargó al ingeniero Carlos María de Castro un nuevo proyecto de ensanche que fue aprobado dos años más tarde. En su parte Norte, comprendía desde los antiguos bulevares (Alberto Aguilera, Carranza, Sagasta y Génova) hasta el llamado entonces Paseo de Ronda (Raimundo Fernández Villaverde y Joaquín Costa). El Plan Castro consistía en trasladar los límites más lejos, pero dejando la ciudad en un espacio cerrado, impidiendo con ello su expansión, más allá del mencionado paseo.

Carlos María de Castro, en su «Memoria descriptiva del Anteproyecto de Ensanche de Madrid» publicado en 1860, explicaba que las distintas clases sociales exigían una vivienda con las debidas condiciones de salubridad y comodidad, al alcance de las respectivas posibilidades económicas, esperando encontrar todo ello en el Ensanche propuesto.

En el proyecto, Castro divide las zonas «en áreas diferenciadas según fuera la posición y medios de fortuna de sus habitantes». El barrio destinado a la aristocracia lo situó entre la calle Almagro y el Paseo de la Castellana. Para la mediana burguesía, Castro propuso otra zona, contigua al anterior, el Barrio de Salamanca; los barrios obreros los situó al Norte y al Este de la ciudad y por último, la zona industrial la ubicó en el Sur. Madrid se dividió entonces en Casco Antiguo, Ensanche y Extrarradio, y el Paseo de la Castellana se convirtió así en el eje de conexión entre las tres zonas.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, apareció la nueva «aristocracia del dinero», surgida de la banca, el comercio y el ferrocarril, que eligió el eje Recoletos-Castellana para levantar sus palacios y hoteles que alternaban a su vez con espléndidas casas de vecindad. Se preferían las comodidades que proporcionaba el vivir en el Ensanche frente a la ventaja que suponía hacerlo en las inmediaciones de la Puerta del Sol. El denominador común de estos palacetes y hoteles fue su carácter aislado, lo que permitió poder rodear las casas con jardines, cosa que no podía hacerse en el casco antiguo. Se extendió la costumbre de alinear la fachada principal al Paseo de la Castellana, separada de éste, en la mayoría de los casos, por una verja y un jardín, localizándose en la parte posterior las cuadras y las caballerizas.

Las primeras construcciones fueron la casa de Bruguera, a la entrada, esquina a Goya, derribada en los años setenta, y la de Indo, donde luego se ubicaría el palacio de Montellano. Pero se levantaron casas de vecindad–de alta categoría–, fue teatro de desfiles elegantes, como cuando funcionaba el Hipódromo; corso aristocrático en el siglo XIX, paseo de peatones de moda hasta la guerra, escenario del Carnaval, de juras de bandera y de desfiles militares, lugar de reposo y de juegos infantiles. Cerraba el Paseo de la Castellana el Hipódromo (construido en 1878), teatro de exhibiciones aristocráticas, de lanzamiento de modas, de ostentación de las cuadras de encumbrados personajes y campo de apuestas, con motivo o pretexto del fomento de la cría caballar.

Los comienzos del siglo XX: el plan Núñez Granés

En 1916, Núñez Granés hizo un primer proyecto para prolongar esta vía. Aunque en un principio, se pensó que el trazado debía seguir el curso del cauce del Arroyo del Bajo Abroñigal –al igual que ocurrió con los Paseos del Prado, Recoletos y Castellana (hasta los Nuevos Ministerios)–, Núñez Granés propuso que la prolongación de la Castellana fuera en línea recta, cruzada por cuatro plazas, siendo la primera de ellas la de Alfonso XIII.

La prolongación del Paseo de la Castellana quedó postergada durante bastantes años. Desde principios de siglo, la parte Norte del Hipódromo estaba ocupada por algunas quintas, rodeadas de huertas y jardines, donde la gente acomodada de la ciudad, pasaba la época estival. La zona más poblada se hallaba en torno a la antigua carretera de Francia (Bravo Murillo). Del paseo del Hipódromo (que bordeaba el recinto) partían dos caminos hacia el Norte: el de Maudes, a la izquierda y el de Chamartín, a la derecha; éste, a su vez, se bifurcaba en dos: el camino del Arenal, a la izquierda, y por la derecha, continuaba hacia el pueblo de Chamartín.

En 1915, aproximadamente, la mitad Sur del terreno, que hoy ocupa Azca, pasó a ser propiedad de la Unión General de Trabajadores (UGT), porque un acaudalado industrial de curtidos llamado Cesáreo del Cerro, decidió testar en favor de las sociedades obreras domiciliadas en la Casa del Pueblo de Madrid. Como legado dejó un millón de pesetas con la condición de que la renta de dicho capital se destinara a la educación de los hijos de las organizaciones obreras mencionadas. Se adquirieron así 22.089 metros cuadrados en la zona del Azca que limita con la calle de Raimundo Fernández Villaverde, donde se construyó un centro benéfico –la Fundación Cesáreo del Cerro– con una escuela parvulario y una biblioteca especializada en temas económicos y sociales. Tras la Guerra Civil, los terrenos fueron incautados.

La prolongación de la Castellana hizo desaparecer aquellas casas y viviendas, que se habían construido por sus alrededores, como el barrio del antiguo Patolas, situado en torno a la calle del General Yagüe. Dicha prolongación cambió el entorno por completo. Lo que en un principio fue una zona más o menos de veraneo de la gente acomodada, se convirtió con el tiempo en lo que ahora se ha dado en llamar el «Manhattan madrileño».

La citada prolongación del Paseo de la Castellana fue una operación que compartía las necesidades de expansión de un ciudad en fuerte crecimiento. Consecuentemente, el ingeniero Pedro Núñez Granés dio en 1916 una primera propuesta para dicha prolongación, que venía relacionada con su proyecto de urbanización del extrarradio y que, como todas las que le sucederían, tuvo como objetivo romper con la interrupción que el Hipódromo Real provocaba en la expansión septentrional de la urbe. En 1924 los propietarios de los terrenos de la zona norte del extrarradio elevaban a la Corporación la petición correspondiente a la apertura de la prolongación del citado paseo, por lo que se realizó un nuevo estudio de la ordenación, esta vez a cargo del arquitecto José López de Sallaberry, quien estableció una solución similar a la anteriormente efectuada por su compañero municipal.

La primera medida tomada por el Ayuntamiento, tras la calificación de «obra urgente» que había adquirido la prolongación, fue la creación de una comisión que, estudiando los problemas habidos en la capital, estableciese con el Estado–propietario del Hipódromo Real los acuerdos necesarios encaminados a la realización por parte del Ayuntamiento de la apertura de dicha prolongación. El convenio se estableció con el compromiso por parte del Ayuntamiento de sustituir el antiguo hipódromo, obstáculo al crecimiento de la urbe y a la citada prolongación, por uno nuevo, realización que no se llevó a cabo.

EI plazo máximo concedido al Ayuntamiento para la nueva construcción se fijó en cinco años, tras los cuales, si el acuerdo no se hubiera cumplido, los terrenos revertirían de nuevo al Estado.

El convenio así establecido corroboraba la prioridad de una obra que, como indicaría más tarde el arquitecto gerente de los servicios municipales, José Lorite Kramer, inviabilitaba la ejecución de cúalquier propuesta de urbanización que no la llevase incorporada, como el Plan de Extensión de 1926.

La Dictadura de Primo de Rivera: el Plan de Extensión de 1926

En 1926, la Junta Técnica de Extensión aprobó un nuevo proyecto, basado en el de Núñez Granés. A lo largo de la nueva vía –que mediría 5.005 metros– se proyectaron seis plazas, situando, al término de la última, el nuevo Hipódromo. Como el proyecto de prolongación afectaba a los términos de Fuencarral y Chamartín de la Rosa, el Ayuntamiento de Madrid había propuesto, ya en 1924, al Ministerio de la Gobernación, que el terreno necesario para la construcción de la nueva vía, así como los laterales de 50 metros para la edificación, fueran segregados de ambos municipios y agregados al de Madrid. Nada de esto se llevó a cabo.

En 1929, el Ayuntamiento convocó un concurso internacional de Ordenación de Madrid, que incluía la prolongación de la Castellana. Cuatro años antes, el Directorio Militar había cedido los terrenos del Hipódromo al Ayuntamiento con la condición de que construyera otro que lo sustituyera en el plazo de diez años, cosa que la Corporación debió de olvidar, porque cuando el Estado decidió concentrar una serie de Ministerios, lo hizo en lo que ahora se conoce como los Nuevos Ministerios, solar que había revertido a la Administración.

Un año antes, el Ayuntamiento redactó la llamada «Información sobre la Ciudad», para documentar a los concursantes. Esta memoria, tanto por su alto nivel técnico como por su precisión de datos y objetividad, constituye una de las fuentes de información más importantes para conocer la historia y el por qué de una ciudad como Madrid, todavía no superada hoy en muchos de sus aspectos. Al concurso se presentaron personas tan prestigiosas como Ularqui y Czekelius, Fonseca y Cárdenas, Cort y Stubben, Zuazo y Jansen, Escario, Paz Maroto... E1 certamen quedó desierto, considerándose como ganador el proyecto que quedó clasificado en segundo lugar, presentado por el arquitecto bilbaíno Zuazo (considerado como el mejor urbanista de la época) y el alemán Jansen. En el proyecto, los arquitectos dividieron el sector Norte en varias zonas dedicadas a diversión, hostelería viviendas, oficinas y un complejo comercial, en lo que posteriormente sería Azca.

La II República: el plan Zuazo

Con la llegada de la República, el Estado requirió del Ayuntamiento los terrenos a él cedidos, tras el incumplimiento del acuerdo establecido. Esto suponía por vez primera para la Corporación la transferencia de un poder que atribuía al Estado la apertura del eje de la ciudad más requerido hasta el momento. El municipio había perdido la posibilidad de llevar a cabo la obra más importante de la capital, la creación de una vía en la que técnicos, teóricos y propietarios habían centrado sus objetivos de estructuración, representatividad y rentabilidad de la zona septentrional de la urbe.

Con Indalecio Prieto como ministro de Obras Públicas en el Gobierno de Azaña, durante la Segunda República, los problemas propios de este Ministerio verían un impulso que se reflejaría en una lucha por el engrandecimiento económico del país a través de un Plan Nacional de Obras, que respondía a un deseo por parte de Prieto de establecer las medidas necesarias encaminadas a absorber la mano de obra en paro.

Por su parte, el Ayuntamiento, conjugando los problemas que la crisis de trabajo en la construcción presentaba con los que el crecimiento incontrolado de la urbe evidenciaba, seguía luchando por sacar adelante su plan de extensión para la ciudad.

Cuando en 1931 la corporación municipal procedía a la realización de su proyecto de «extensión», el ministro de la Gobernación denegó en febrero del mismo año la solicitud elevada por el Ayuntamiento para que se constituyese un organismo de carácter técnico que resolviese los problemas urbanísticos de la villa y sus pueblos colindantes. Era un intento de integrar bajo una gestión unitaria el planeamiento de Madrid y de su zona de Influencia.

Sin embargo, la extensión de la capital seguía produciéndose al margen del control municipal, que carecía tanto de posibilidades económicas como viabilidad legislativa para llevar a cabo su propuesta aún incompleta. Sus técnicos proseguían los estudios para definir el crecimiento del nuevo Madrid, al que, incorporando los pueblos limitrofes y las zonas abiertas para esparcimiento de la urbe, establecian un proyecto de irradiación regional.

La relación inversión pública-paro obrero, que tan claramente entendió el Ayuntamiento, se constituyó en la directriz de la politíca ministerial llevada a cabo por Indalecio Prieto entre el 16 de diciembre de 1931 y el 12 de septiembre de 1933, periodo durante el cual ocupó la cartera de Obras Públicas. Dentro del amplio programa de obras que a un nivel nacional requirieron la atención del ministro, se encontraba la propuesta sobre la red ferroviaria con el ánimo de mejorar y ampliar las vías ya existentes en el ámbito nacional.

La incorporación de Secundino Zuazo a la esfera estatal, integrándose en la Comisión de Enlaces Ferroviarios, implicaría el nuevo tratamiento que la solución del problema férreo iba a adoptar en su yuxtaposición con los problemas urbanos de la ciudad. Zuazo, al frente de la Comisión y en coordinación con el Ayuntamiento, proponla la estructuración ferroviaria como soporte de la extensión, organizando su crecimiento bajo las directrices de un «plan comarcal».

La idea de enfocar el planeamiento como un medio de mitigar el paro mediante la creación de obras públicas no era exclusiva de Prieto. Zuazo, en junio de 1931, expuso sus conceptos sobre la «extensión» en una conferencia que tuvo lugar en la Casa del Pueblo de Madrid y cuyo objetivo fundamental era proponer soluciones a la «crisis industrial, comercial y financiera» por la que atravesaba la ciudad. Zuazo comenzaba la conferencia exhortando al Gobierno a tomar medidas urgentes contra el paro y proponiendo como solución el planeamiento de la extensión de Madrid.

Los trabajos de la Comisión pasaban a formar parte del plan de obras que para la capital realizaba el Ministerio de Obras Públicas. Pero Prieto, presionado ante la cada día más grave situación económica que presentaba la capital, y exhortado por la opinión pública para que encauzase el grave problema gue suponía el paro obrero, decidió crear un nuevo organismo en diciembre de 1931, el Gabinete Técnico de Accesos y Extrarradio.

Este gabinete pretendia desarrollar, de acuerdo con la Oficina Técnica Municipal y según las directrices marcadas por Zuazo y Jansen en el Concurso Internacional, el estudio de la red de carreteras que, ampliando los accesos de Madrid, estableciese un sistema circulatorio de la ciudad en su extensión, conectando los poblados satélites levantados en los caminos con su interior, con los lugares de recreo y con los cercanos centros de producción.

Otro de los objetivos de este órgano era la proyectación de un edificio de nueva planta destinado a Ministerio de Obras Públicas. Para éste, decidió el Gabinete su emplazamiento en los solares correspondientes al Hipódromo Real, cuya propiedad, tras haber pertenecido eventualmente al Ayuntamiento, era de nuevo estatal.

Con la aprobación de la Ley, que incluia a Madrid entre las provincias con recursos especiales, cuyo paro obrero obligaba a la realización de obras de carácter urgente, se programaban como proyectos de inmediata ejecución el de la prolongación del paseo de la Castellana y la ordenación arquitectónica de sus edificios ministeriales, la regulación de las carreteras de la zona noroeste de Madrid y la estructuración ferroviaria en torno a la capital.

Zuazo, cuyo cometido principal fue la sistematización y proyecto de los Nuevos Ministerios, intervino igualmente en los estudios técnicos de «ordenación de la región afectada por los nuevos trazados ferroviarios», que dieron lugar a su posterior propuesta de Plan Comarcal.

Complementando la ordenación urbana que la estructuración ferroviaria traía consigo encauzando el crecimiento de la urbe hacia el norte, se proyectaba la prolongación del paseo de la Castellana, que confirmaba la dirección propuesta para la extensión en su conexión con el poblado de Fuencarral.

Se yuxtaponía al gran eje del sistema viario de la extensión la estructuración del enlace ferroviario que, con su rosario de estaciones –Chamartín, Hipódromo, Recoletos, Atocha–, aseguraba el reparto en la ciudad de la población de los poblados de la zona de Influencia.

En Hipódromo se ubicaba el gran complejo arquitectónico-urbanístico de los Nuevos Ministerios ordenando el arranque de la nueva vía, la prolongación del paseo de la Castellana. A continuación se extendía el trazado de la nueva arteria, entendida ahora únicamente como instrumento que potenciaba la expansión septentrional de la ciudad. Sus funciones de representatividad se reducían al conjunto de edificios ministeriales. Asi lo entendía Zuazo y planteaba la necesidad de organizar la región de Madrid afectada por las obras en curso, tanto de la red viaria como de la electrificación de las líneas férreas, que obligaban a acometer el estudio del Plan Comarcal en el que la Castellana tenía una importancia primordial.

La creación de la nueva arteria repercutía en la estructura física de la ciudad, implicando un traslado de su centro de gravedad hacia el norte. Este cambio gravitatocional sufrido por el centro de la ciudad se veía reforzado con la construcción en los terrenos del Hipódromo del conjunto de edificios destinados a Ministerios.

El carácter urbanístico que adquiría la sistematización de los Nuevos Ministerios llevó a Zuazo a concebir la agrupación de una forma conjunta con el proyecto de la nueva vía. Resolvia finalmente, por una ordenación de volúmenes que, definiendo grandes espacios abiertos, a modo de plazas, configuraban un nuevo centro público para la vida ciudadana.

Con la inauguración de las obras en el segundo aniversario de la República se confirmaba el inicio de la tan deseada «prolongación». La vía abierta correspondía sólo al primer tramo de lo que luego iba a ser la gran arteria de extensión. Conexionando con el paseo de la Castellana, en su extremo septentrional, a los pies del entonces derribado Hipódromo, se proyectaba en línea recta hasta el cruce de Bravo Murillo con la carretera de Maudes –hoy plaza de Castilla–, donde quebraba para unir de un solo trazo con el poblado de Fuencarral.

La apertura al tráfico de la "Prolongación del Casco de la Castellana" se realizó el 15 de abril de 1933. Su inauguración corrió a cargo del ministro de Obras Públicas, Indalecio Prieto. Pero la Guerra Civil interrumpió las obras y hubo que esperar a su término para que prosiguieran.

En 1939, como la ciudad sufrió numerosos daños causados por la contienda, se creó la Oficina Técnica de la Junta de Reconstrucción de Madrid (que dependía de la Dirección General de Regiones Devastadas), a quien se le encargó la redacción de un plan urbanístico de la ciudad. Esta oficina, tenía como cometido, reconstruir aquellos edificios dañados y erigir una «capital imperial». En 1941 se elaboró el Plan General de Ordenación Urbana de Madrid, en el cual, se proponía la prolongación de la Castellana como una vía triunfal que se llamaría Avenida del Generalísimo. Consistía en una amplia avenida con abundantes plazas para ser utilizada en grandes manifestaciones, concentraciones y desfiles político-militares.

El Proyecto Bidagor: la "Avenida del Generalísimo"

Después de la Guerra, Zuazo perdió la confianza oficial; por este motivo, se le encargó el proyecto al arquitecto Pedro Bidagor (arquitecto, bilbaíno como Zuazo y discípulo suyo), quien aprovechó gran parte del propuesto por Zuazo y Jansen. Bidagor planteó construir una zona comercial dentro del sector y el desdoblamiento del eje Norte-Sur con la creación de otra gran avenida sobre el Arroyo del Abroñigal (futura M-30), que descongestionaría la prolongación de la Castellana. La avenida triunfal mediría 1.300 metros de longitud en línea recta. Sería un paseo cerrado en ambas direcciones, con grandes edificaciones siguiendo un poco la línea de los paseos italianos y alemanes de aquellos años. Estaría dividida en varios tramos con una serie de plazas enlazadas, en las que se situarían los edificios de prestancia, museos, teatros, almacenes, paseos, hoteles..., abundando los elementos conmemorativos como obeliscos, cúpulas y capiteles. Las viviendas se construirían en manzanas cerradas.

Aunque el llamado Plan Bidagor fue aprobado en 1944, no se llevó a cabo y tres años más tarde, fue aceptado uno nuevo redactado por la Comisaría General de Ordenación Urbana de Madrid.

En 1948, se dictaron las normas para la urbanización del sector, estableciendo tres zonas diferentes: a) zona comercial destinada a feria y exposición, así como a edificios comerciales y de espectáculos –donde, posteriormente, se levantaron el Palacio de Congresos y Exposiciones y el Complejo Azca–; b) zona de edificación en línea, destinada a la clase media previa expropiación por la Comisión de Urbanismo y c) zona de Edificación Normal de Ensanche destinada a la iniciativa privada de construcción que, a su vez, se subdividía en cuatro polígonos diferentes. Las manzanas se proyectaron cerradas, con patios particulares y ocho plantas y doble ático como máximo.

La avenida del Generalísimo, hasta la Plaza de Castilla, fue inaugurada en 1952. Con una longitud de tres kilómetros, está interrumpida por tres plazas: Lima, Cuzco y Castilla.

Paralelamente a esta avenida se proyectó un túnel subterráneo ferroviario, que enlazase la estación de Atocha con la futura de Chamartín, ubicando un apeadero en la esquina del Paseo con Raimundo Fernández Villaverde, conocido como Nuevos Ministerios.

En diciembre de 1953 se aprobó la llamada Ley Castellana, que otorgaba unos privilegios fiscales, con el fin de extender el crecimiento de Madrid hacia unos sectores o zonas determinadas para descongestionar, ensanchar y embellecer la ciudad. Aunque el nombre de la ley procedía de la prolongación de la Castellana, también afectó a otras zonas de Madrid (Orcasitas, Prosperidad, Noroeste de Cuatro Caminos, Caño Roto, barrio de la Estrella...). Estos privilegios consistían en la reducción del noventa por ciento de los impuestos de Derechos Reales y de Timbre del Estado, además de la exención de la contribución urbana y de los arbitrios municipales durante el plazo de veinte años, una vez finalizada la construcción de un edificio. Con ello se animaba a la gente a trasladarse a vivir a zonas algo alejadas, paliando esta incomodidad con unas ventajas fiscales. Por último, en 1972, se promulgó la «Ordenanza Especial del Paseo de la Castellana», que permitió la construcción de edificios de gran altura y fomentó los usos del sector administrativo sobre el residencial.

La zona considerada como comercial (Azca) se ubicó en la manzana comprendida entre las calles de Orense, Raimundo Fernández Villaverde y avenidas del Generalísimo y del General Perón. A principios de los sesenta, el sector era todavía un inmenso solar con algunas huertas, utilizado también por los pastores, que traían aquí a sus ovejas y por los reclutas del ejército, que venían a hacer la instrucción. Entre la avenida –subterránea–de la Vaguada y la calle de Orense, se situaron las viviendas, que, posteriormente alternaron con comercios.

La idea de esta gran zona comercial –revolucionaria cuando se concibió en 1929– era descentralizar el centro de Madrid y la Gran Vía, que ya no eran suficientes para abastecer a una ciudad en fase de crecimiento. Aunque en un principio se pensaba construir un gigantesco emporio de estilo neoherreriano –que hiciera juego con el edificio de los Nuevos Ministerios– la idea se rechazó y siguió manteniéndose la de la zona comercial. Así en 1955 se convocó un concurso nacional entre arquitectos e ingenieros para la creación de la zona comercial, conocida como Azca. Los proyectos tenían que solventar varios problemas: tráfico (accesos, circulación interior y aparcamientos), funcionalidad (aprovechamiento útil y organización comercial) y estética.

Al concurso se presentaron entre otros, Chueca, Picatoste, Robles, Laorga y Cano Lasso, ganando el primer premio el proyecto del arquitecto Antonio Perpiñá y Sebriá. El trabajo de Perpiñá se consideró como el mejor por razones de tipo estético sobre todo.

Azca ocupa una manzana de veinte hectáreas. En principio, en su centro se situó un gran edificio de oficinas rodeado de otros de tipo comercial y de espectáculos, y jardines en los grandes espacios, para lograr una auténtica zona comercial. En la esquina con Raimundo Fernández Villaverde se respetó el apeadero ferroviario de Nuevos Ministerios. La idea principal era rescatar la superficie para los peatones, construyendo túneles subterráneos a distintos niveles, destinados a la circulación rodada, diferenciando claramente la zona automovilística de la peatonal. El sector que da a la calle de Orense se destinó a viviendas y oficinas, aunque con el tiempo han ido apareciendo locales comerciales.

Las obras no se llevaron a cabo hasta varios años más tarde, debido a problemas de tipo jurídico con los más de ochenta propietarios de los terrenos. El sector que daba a la calle de Raimundo Fernández Villaverde estaba ocupado por pequeñas construcciones de viviendas e industrias, así como por el colegio de religiosas del Patrocinio de San José (en su lugar se levanta El Corte Inglés).

En 1963 se confirmó de nuevo la ubicación del centro comercial y se reparceló otra vez el terreno porque surgió la idea de construir un Teatro de la Opera. Pero al año siguiente se renunció al Teatro de la Opera y se destinó su solar a zona verde.

La antigua Plaza del hotel del Negro era el punto de unión de la vieja carretera de Francia (Bravo Murillo) y la moderna prolongación del Paseo de la Castellana. Esta Plaza era, en origen, un montículo donde se fabricaban tubos. Tenía, diseminadas, algunas chozas, como la de los cabreros, situada donde hoy se levantan los Juzgados. El solar de las torres del Ministerio de Justicia se aprovechaba, hasta hace poco, para instalar verbenas, tiovivos, y circos. Una de las primitivas construcciones de la Plaza era el Hotel del Negro, el último de la ciudad en su zona Norte, y frente a él daban la vuelta los tranvías que hacían el recorrido del Paseo de la Castellana hasta el hotel del Negro, la última parada.

Urbanísticamente se trataba de una Plaza importante, por lo que se le confirió un carácter monumental por dos motivos: porque había de constituir un elemento representativo con carácter de entrada a la ciudad y porque era el final de la amplia avenida que se divisaba desde los Nuevos Ministerios. Para ello se proyectó, en 1951, una Plaza circular de doscientos metros de diámetro con un monumento, de grandes proporciones, en el centro y, a cada lado de la Plaza, una torre de gran altura.

El monumento a Calvo Sotelo, situado en el centro de la plaza de Castilla, fue obra del arquitecto Manuel Manzano y del escultor Carlos Ferreira Si bien, en el proyecto de la Plaza de Castilla sólo figuraba un monolito en el centro, fue sustituido por una escultura representando a Calvo Sotelo rompiendo las cadenas frente a una quilla de un barco, todo ello rodeado por un grupo de arboles, en forma de media circunferencia.

La reordenación de la Plaza de Castilla: las Torres KIO

La Plaza fue objeto de un proyecto de reordenación con las famosas Torres de Kio, así denominadas porque la empresa promotora fue Prima Inmobiliaria, cuyo principal accionista es el grupo KIO. En el Pleno del Ayuntamiento de noviembre de 1987, se aprobó la construcción de las dos torres, de 27 pisos cada una y cuyo primer proyecto data de principios de los cincuenta. En 1986 el Ayuntamiento convocó un concurso para la reordenación de la Plaza y la construcción de dos torres en dos solares pertenecientes a la empresa Urbanor, quedando desiertos el primer premio y el tercero, y adjudicando el segundo a seis de los participantes. A éstos se les invitó a presentar uno nuevo ya que todos proponían construir un intercambiador de transportes –complejo tipo estación, de servicios comunes para metro y autobuses– en el centro de la Plaza de Castilla, lo que suponía suprimir o trasladar el monumento a Calvo Sotelo. El Ayuntamiento puso como condición que éste permaneciera en el centro. El nuevo proyecto colocó el intercambiador–de 6.500 metros y veinte dársenas que comunican autobuses con líneas de metro– al Norte de la Plaza de Castilla, entre las torres de Kio. Incluía, además, la construcción de un paso subterráneo que cruzara la Plaza de Norte a Sur con un ramal en dirección a la calle de Agustín de Foxá y la estación de Chamartín. Con este paso subterráneo y la supresión de todas las paradas de autobuses existentes en la Plaza se solucionarían, en gran medida, los problemas circulatorios. Además, se crearían 1.250 plazas de aparcamiento, comunicadas directamente desde las torres con el paso subterráneo.

Para la construcción de las torres de KIO se eligió el proyecto del arquitecto estadounidense John Burgee. Propuso construir dos torres de cristal y granito de veintisiete pisos cada una y otros dos edificios posteriores de diez plantas. Las torres presentan una gran novedad: tienen una inclinación de un 15% sobre el Paseo de la Castellana para dar la sensación de una puerta. Los materiales empleados fueron cristal y granito español de color rosa en tres tonalidades, según el grado de pulimentado.

Puerta de Europa, como se denominó al complejo, se ha convertido en un nuevo símbolo de Madrid, que ha alterado profundamente la silueta de la ciudad y que ha contado con muchos detractores.

Epílogo

El Paseo de la Castellana, tal como lo hemos contemplado, desde la Plaza de Colón a la de Castilla es la espina dorsal de la ciudad. Lo que más llama la atención es su carácter moderno. Sus torres cada vez más altas, reflejan su constante evolución. El Paseo de la Castellana, es una gran avenida en constante transformación. El símbolo del poder en el siglo XIX –representado en los moradores de sus palacetes–continúa siéndolo en la actualidad con el establecimiento de las grandes empresas mundiales a lo largo de sus aceras. Hoy, constituye el nuevo corazón financiero de los negocios. Siempre ha representado a la modernidad: cuando a finales del siglo pasado se levantaron sus numerosos palacetes, eran ellos la novedad; en la actualidad, sus altas torres, representan la de hoy. El Paseo de la Castellana es la moderna vía acorde con el nuevo siglo XXI, que se va renovando por completo. Conviven en ella antiguos palacetes, con edificios de los años cuarenta y cincuenta, y sobre todo con los gigantes de hormigón, acero y cristal. Estos colosos actuales dentro de unos años, no muchos, quedarán anticuadas y darán paso a edificios más «inteligentes». El Paseo de la Castellana es la calle escaparate, por derecho propio, que tiene Madrid.

http://www.ucm.es/info/hcontemp/madrid/paseo castellana.htm











Parque del Retiro

Los Jardines del Buen Retiro, popularmente conocidos como El Retiro, es un parque de 118 hectáreas situado en Madrid. Es uno de los lugares más significativos de la capital española.

Historia

Los Jardines tienen su origen entre los años 1630 y 1640, cuando el Conde-Duque de Olivares (Don Gaspar de Guzmán y Pimentel), valido de Felipe IV (1621 - 1665), le regaló al rey unos terrenos para el recreo de la Corte en torno al Monasterio de los Jerónimos de Madrid. Así, con la reforma del Cuarto Real que había junto al Monasterio, se inició la construcción del Palacio del Buen Retiro. Contaba entonces con unas 145 hectáreas. Aunque esta segunda residencia real iba a estar en lo que en aquellos tiempos eran las afueras de la villa de Madrid, no estaba excesivamente lejos del alcázar y resultó ser un lugar muy agradable por estar en una zona muy boscosa y fresca.

Bajo la dirección de los arquitectos Giovani Batista Crecenzi y Alonso Carbonell se construyeron diversos edificios, entre ellos el teatro del Buen Retiro que acogió representaciones teatrales de los grandes del Siglo de Oro, Calderón de la Barca y Lope de Vega. Perduran aún el Casón del Buen Retiro, antiguo Salón de Baile, el Museo del Ejército, antaño Salón de Reinos con sus paredes decoradas con pinturas de Velázquez, Zurbarán y frescos de Lucas Jordán y los jardines.

Éstos se levantaron al mismo tiempo que el palacio, trabajando en ellos, entre otros, Cosme Lotti, escenógrafo del Gran Duque de Toscana, y edificándose una leonera para la exhibición de animales salvajes y una pajarera para aves exóticas. El estanque grande, escenario de naumáquias y espectáculos acuáticos, el estanque ochavado o de las campanillas y la ría chica pertenecen a este período inicial.

A lo largo de la historia, en este conjunto se han ido efectuando modificaciones, no siempre planificadas, que cambiaron la fisonomía del jardín, como el Parterre diseñado durante el reinado de Felipe V, la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro en tiempos de Carlos III) o el Observatorio Astronómico, obra de Juan de Villanueva, reinando Carlos IV. El rey Carlos III fue el primero en permitir el acceso de los ciudadanos al recinto, siempre que cumpliesen con la condición de ir bien aseados y vestidos.

Durante la invasión francesa, en 1808, los jardines quedaron parcialmente destruidos al ser utilizados como fortificación por las tropas de Napoleón. El palacio es totalmente destruido, menos la parte de Casón del Buen Retiro.

Tras la Guerra de la Independencia, Fernando VII) inició su reconstrucción y abrió una parte del jardín al pueblo, como ya hiciera Carlos III. El monarca se reservó una zona, entre las calles de O'Donnell y Menéndez Pelayo, donde construyó una serie de edificios de recreo siguiendo la moda paisajística de la época, conservándose aún a (principios del siglo XXI) la casa del pescador, la casa del contrabandista y la Montaña Artificial.

Reinando Isabel II se abrió la calle de Granada, calle que más tarde se llamaría de Alfonso XII, vendiéndose al estado los terrenos comprendidos entre ésta y el Paseo del Prado que fueron urbanizados por particulares.

Tras la revolución de 1868, la Gloriosa, los jardines pasan a se propiedad municipal y sus puertas se abrieron a todos los ciudadanos, comenzando una época en la cual, la ría grande y el estanque de San Antonio de los Portugueses se transformaron en Paseo de Coches. Se colocaron las fuentes de los Galápagos y de la Alcachofa, realizándose la fuente del Ángel Caído, obra de Ricardo Bellver. En el Campo Grande se edificaron el Palacio de Cristal y el Palacio de Velázquez, obra de Ricardo Velázquez Bosco.

De gran importancia para el estado actual del Retiro fue el Jardinero Mayor del Ayuntamiento fue Cecilio Rodríguez.

http://madripedia.es/wiki/Parque_del_Retiro

El Retiro, El Ángel Caído

Madrid es la única capital del mundo que tiene una fuente con la imagen del diablo. La Fuente del Ángel Caído está situada en los Jardines del Buen Retiro sobre el solar que ocupaba la antigua Real Fábrica de Porcelana que los madrileños llamaban popularmente 'La China', destruida durante la Guerra de la Independencia. La Glorieta del Ángel Caído está en la confluencia del paseo del Duque de Fernán Núñez, de la Avenida de Cuba y del Paseo de Uruguay. Su acceso más sencillo es entrando por la Puerta del Ángel Caído, situada al final de la Cuesta de Moyano, en la Calle Alfonso XII. La escultura principal es de Ricardo Bellver y el posterior pedestal de Francisco Jareño.

Ricardo Bellver, durante su tercer año como pensionado en la Academia Española de Bellas Artes de Roma, realiza en yeso El Ángel Caído, escultura con la que al año siguiente gana la Medalla de Primera Clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid. En el catálogo de ésta aparecen unos versos de 'El paraíso perdido', de John Milton, en el que está inspirada la escultura:

"Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el impíreo, reflejándose en ellas el dolor mas hondo, las consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado".

El Estado adquiere la escultura por 4.500 pesetas y resuelve enviarla a la Exposición Universal en París de 1878. Al sólo admitirse en ella esculturas de bronce o mármol, se decide su fundición en París con un coste de 10.000 pesetas, aunque Bellver prefería hacerla en Roma. Después de esta exposición, permanece en la colección del Museo Nacional (Museo del Prado) hasta que en 1879 se decide exponerla al aire libre, cediéndose al Ayuntamiento de Madrid que decide instalarla en el solar de la antigua Fábrica de Porcelanas.

Desde los años 90, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hay una copia de El Ángel Caído en resina de poliéster sobre un molde de silicona.

En mayo de 1880, se le encarga al arquitecto responsable del Ministerio de Fomento, Francisco Jareño, diseñar un pedestal para El Ángel Caído.

Se construye en granito, bronce y piedra con estructura de fuente y un amplio pilón, inaugurándose oficialmente en 1885.

El pedestal, con forma de pirámide truncada y planta octogonal, tiene su base de granito y en cada uno de sus lados figura una carátula de bronce.

Diablos

Éstas representan a diablos que agarran con sus manos a lagartos, sierpes y delfines, teniendo cada una de ellas tres surtidores de agua.

La obra de Bellver tiene tres grandes influencias. Por un lado, la helenística, sobre todo de Laocoonte y sus hijos, el grupo escultórico griego realizado por Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas que representa la muerte del sacerdote troyano Laocoonte, el cual fue castigado por los dioses a morir junto a sus hijos estrangulado por serpientes marinas. Por otro lado, la barroca, en especial de Bernini, por su composición de líneas diagonales y su expresividad. Y por último, la romántica, por su sentimiento e intensidad dramática.

Fuente del Ángel Caído

Curiosamente, la altitud topográfica oficial a la que está situada La Glorieta del Ángel Caído es de 666 metros sobre el nivel del mar en Alicante. En el libro del Apocalipsis, 666 es el número que corresponde a un ser humano relacionado con la Bestia y que hace su aparición en el último tercio de la visión apocalíptica. Sin embargo, en la época en que se levantó el monumento no había instrumentos que tuvieran la suficiente precisión para calcular dicha altura con tal exactitud, por lo que sólo es una casualidad que ha ayudado a una falsa creencia popular de que el monumento es una especie de homenaje al diablo o al mal.

Nota de los Webmasters: Circula una versión sobre la construcción de El Ángel Caído atribuyendo su iniciativa y una contribución de 11.000 duros al Duque de Fernán Núñez. En dicha versión se informa de que la escultura fue erigida en 1874. Según la información que hemos recopilado, la estatua fue construida en 1877 y situada en El Retiro en 1878. En la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (1) ) hemos buscado datos en publicaciones de la época, encontrando información sobre "El Ángel Caído" y sobre "El Duque de Fernán Núñez" en "La Ilustración Española y Americana"(2).

En un ejemplar con fecha 30 de octubre de 1874 (3) se nos habla de que el Duque de Fernán Núñez, en 1874, fue instigador y colaboró con 50.000 pesetas en la construcción del paseo de carruajes del Retiro, hoy Paseo de Fernán Núñez, y es en este paseo donde está situado "El Ángel Caído". No hemos encontrado otros datos que acerquen y relacionen más estrechamente al Duque y al Ángel.

En otro ejemplar de 15 de junio de 1877 (4)), se cita la exposición de las obras realizadas por los pensionados españoles en Roma en 1877. Ahí encontramos a El Ángel Caído y a Bellver.

Y en uno del 30 de marzo de 1878 (5) se menciona a El Ángel Caído en la exposición de Bellas Artes de Madrid de 1877.

Esto es lo que hemos encontrado en documentos escritos de la época; cada lector puede sacar sus propias conclusiones

http://www.unaventanadesdemadrid.com/retiro-angel-caido.html

Historia de la Puerta del Sol en Madrid

La historia de la Puerta del Sol representa una parte esencial de la memoria de la Villa de Madrid, no sólo por ser la Puerta del Sol un punto de frecuente paso, sino por constituir el «centro de gravedad» del urbanismo madrileño. La plaza ha ido adquiriendo su carácter de lugar de importancia histórica desde sus inciertos inicios como calle Ancha e impersonal en el siglo XVI, hasta las descripciones de los primeros viajeros románticos, las recepciones de reyes, las rebeliones populares, manifestaciones, etc. Ha sido el escenario de los acontecimientos principales de la vida de la ciudad, desde la lucha contra los invasores franceses en 1808 hasta la proclamación de la República en 1931, conservando además su lugar como protagonista de la costumbre de servirse las doce uvas en Año Nuevo, al son de las campanadas tocadas por el reloj de Correos. En la actualidad es un nudo de comunicaciones, punto de reunión, de citas, lugar de celebraciones y comienzo de manifestaciones en la Capital.

Durante este intenso devenir histórico, la Puerta del Sol ha ido reuniendo lo popular de Madrid en sus diversas épocas. Desde sus comienzos, su posición en la geografía urbana madrileña le ha dado un protagonismo como lugar de encuentro social, nombrado a veces como forum matritense. Ha sido definida también como «Plaza y foro» de España por Antonio Machado, y Ángel Fernández de los Ríos mencionó que «No hay allí un palmo de terreno que no esté regado con la sangre de patriotas, de facciosos o de revolucionarios».

Desde el punto de vista arquitectónico, la Puerta del Sol es un espacio de paso ensanchado, de forma oblonga, un punto de convergencia de calles que adquiere el aspecto de plaza a mediados del siglo XIX. En dicho espacio desembocan una decena de calles, que en el siglo XVIII eran once. La Puerta del Sol ha ido sufriendo diversas obras de mejora urbana a lo largo de su historia, siendo la más importante la acometida a mediados del siglo XIX. En muchos casos la actuación urbana realizada a lo largo de su historia ha borrado poco a poco importantes edificios del pasado. De todos ellos, el único sobreviviente es la Casa de Correos, que fue la sede del Ministerio de Gobernación (Interior) y en la actualidad sede de la Comunidad de Madrid. Se trata del edificio más antiguo de la Puerta del Sol actual. El segundo en antigüedad es la Casa Cordero, que a lo largo de la historia de la plaza ha ido cambiando de uso.

La Puerta del Sol ha entusiasmado a diversos escritores desde los comienzos de su historia, y muchos de ellos han incluido este espacio en sus obras literarias. Ramón Gómez de la Serna y la Generación del 98, en sus obras madrileñas, han descrito el ambiente social de este centro.[8] En ellos describen la animación existente de sus actividades diurnas. Desde Lope de Vega hasta Ramón Gómez de la Serna las descripciones literarias son frecuentes, quizás por las tertulias literarias del siglo XIX en sus famosos Cafés.

Los orígenes

Los historiadores especializados en los orígenes de Madrid muestran que los primeros pobladores del área madrileña fueron las tribus prerromanas de los carpetanos. Sus poblados se establecieron en la zona cercana al actual Palacio Real. Poco se sabe de los asentamientos romanos que al invadir Hispania se asentaron en Madrid, y se desconocen las costumbres y formas de habitar los antiguos poblados que proliferaban por los alrededores. Las primeras noticias del asentamiento primitivo, que a manera de población era denominado Magerit, datan de la época de la invasión de los moros que se establecieron en la zona realizando una fortificación amurallada que rodeaba y defendía la población de posibles ataques. Los intentos posteriores de Ramiro II de León y el conde de Castilla Fernán González para tomar la plaza fortificada fueron exitosos en el año 932. Durante los años de la Reconquista el centro del Magerit musulmán era la Plaza del Alcázar que se encontraba ubicada en medio de olivares. Se desconoce la ubicación exacta de tal Alcázar.

Por regla general las hipótesis de los investigadores históricos acerca del origen de la Puerta del Sol, apuntan a una puerta de acceso de la muralla. La denominación 'puerta solar', que por regla general, era denominada así durante la ocupación árabe de la Península era común. Un ejemplo de ello es la Puerta del Sol toledana que se encuentra ubicada en la salida de esta ciudad. Por aquel entonces el área de la Puerta del Sol correspondía al principal camino de salida de la población y es de esperar un gran volumen de tránsito de mercancías y de personas. Se sabe que las ciudades musulmanas no poseían verdaderas plazas en el interior de su recinto amurallado, el lugar de reunión era en la mayoría de los casos sus mezquitas. Es por esta razón por lo que la Puerta del Sol pudo haber nacido como lugar de tránsito y acceso de una población.

Madrid es entendida como ciudad a partir de la Carta de Población del Vicus Sancti Martini, concedida por Alfonso VII en 1126. Dicha carta hace que la nueva población surja como dependiente administrativamente de un prior:

(…) populetis vicum Sancti Martini de Maidrit, secundum forum Burgi Sancti D(omi) nici vel Sancti Facundi (…) Archivo Histórico Nacional

Entre las zonas cercanas a la puerta solar se encontraba el arroyo del Arenal, que daría lugar posteriormente al arrabal de San Ginés con un núcleo de población. La otra zona se encontraba en la zona septentrional cercana al Postigo de San Martín (cerca de la actual Plaza del Callao) y estaría inicialmente muy desprovista de edificios. El arrabal de San Ginés se asentó en la orilla meridional del arroyo. Esta zona tendría una intensa actividad artesana y hostelera en forma de mesones, todo ello consecuencia inmediata de ser paso importante de acceso a la nueva ciudad. Es de suponer que una hilera discontinua de viviendas en 1420 fuera conformando el tramo de la calle Mayor. Todas esas calles tendrían una salida común de la ciudad en la puerta que el pueblo denominaba Puerta del Sol, la cual se encontraba en la entrada de la actual calle Preciados (Cava del Arrabal). La descripción que hacen los documentos de la época parece dar mayor relevancia a la Puerta de Guadalajara (ubicada en la actual calle Mayor) en detrimento de la incipiente "calle ancha" que será la Puerta del Sol. Para saber el tamaño de tal calle, algunos cronistas mencionan que la anchura de la puerta apenas superaba la de dos carros.[13] Otra puerta de la época medieval, relativamente cercana, era la denominada Puerta Cerrada (en la actualidad convertida en una plaza). Muchos de los historiadores de Madrid (como es el caso de López de Hoyos) mencionan a la Puerta del Sol, en la época medieval, como un "tránsito, camino y entrada de Madrid".

Existen referencias que aseguran que en el siglo XIV la embocadura de la puerta de la muralla estaba situada aproximadamente en medio de la entrada de la actual calle Preciados a la Puerta del Sol. A mediados del siglo XV la zona del centro de la ciudad empieza a crecer, y a causa de ello la zona del Postigo de San Martín empieza a repoblarse y expandirse hacia la zona cercana a la Puerta del Sol. El área, por su carácter llano y bien nivelado, resultaba muy idóneo para la reunión y como punto de partida de otros posibles caminos. En 1478 la Puerta del Sol es mencionada como una entidad urbanística y en 1481 se cita documentalmente, por primera vez, en la descripción de un pleito popular relativo a la demarcación de las jurisdicciones de las parroquias de San Ginés y San Martín, ambas áreas en disputa desde antaño. La parroquia de San Ginés había expandido su área hasta ocupar el arrabal del Arenal (hoy calle del Arenal) extendiendo su influencia hasta la actual calle Preciados. Esa expansión tocó amenazante la frontera de la parroquia de San Martín (ubicada más al norte, en un lugar cercano a la actual Plaza del Callao), dando lugar al pleito citado. De esta época datan también los escritos sobre las solicitudes realizadas por Juan de Madrid acerca de un solar ubicado en la Puerta del Sol (igualmente uno de los primeros documentos en mencionarla explícitamente como tal).[15] En 1498 se ordena pavimentar la "calle grande de la Puerta del Sol" (se refería a la calle Mayor), y en 1501 una disposición municipal dispone el "empiedre de la calle grande de la Puerta del Sol para la entrada de los príncipes". El espacio, debido a la concurrencia ciudadana, era dedicado a emitir los pregones oficiales a la ciudad.

Una de las teorías sobre el origen del nombre se remonta al año 1520 cuando los nobles de Castilla se reúnen en Madrid para defenderse de la sublevación contra el rey Carlos I (nacido en Flandes), rebelión que protagonizan en Madrid los comuneros Castillo y Zapata. En esta reunión deciden construir una fortificación con una puerta mirando hacia el este, lugar por donde sale el sol. Los comuneros extendían su rebelión por los diferentes territorios de Castilla contra el que denominaban "rey extranjero", y la población de Madrid se defendió de las rebeliones mediante la construcción de fortificaciones. Esta idea tan documentada y validada por unos autores, es puesta en duda por recientes investigaciones. Otra teoría acerca del origen del nombre menciona cómo un pintor anónimo hiciera una pintura o relieve de un sol en una de sus puertas, dando lugar con el transcurso de los años al nombre actual.

El espacio no cobra su aspecto de área rectangular (similar al de una plaza), permaneciendo como una encrucijada de diversas calles, hasta rebasado el primer cuarto del siglo XVI. En 1570 se derriba el muro del fuerte y el área se despeja en forma de plaza, frecuentada por aguadores y vendedores ambulantes. Aparece una fuente en su centro, la fuente de la Mariblanca. La imagen de la Puerta del Sol a mediados del siglo XVIII era el de una barriada de casas desiguales, la mayoría de un solo piso. El barrido de las calles se hacía de forma semanal, en los corrales existían a menudo caballerías muertas, el olor insoportable en algunas zonas era el de la putrefacción y el de acumulación prolongada de basuras. La situación cambió paulatinamente con el reinado de Fernando VI, siendo el cambio más significativo el que sufrirá con Carlos III.

http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la_Puerta_del_Sol













HISTORIAS DE MADRID: LA FUENTE DE CIBELES, CARLOS III Y LA PUERTA DE ALCALÁ

Una semana más dedico un día del Mentidero a Madrid, y hoy vamos a conocer un poco más de la historia de dos de los monumentos más conocidos y emblemáticos de la ciudad, la Fuente de Cibeles, conocida en gran parte del mundo por las celebraciones deportivas que tienen lugar en ella cada vez que el Real Madrid o la selección española de fútbol logran algún éxito, y la Puerta de Alcalá, a la que incluso se le han llegado a componer canciones. Dos monumentos que debemos al rey que modernizó la ciudad y que fue llamado "el mejor alcalde de Madrid", Carlos III, quién además fue también el responsable del diseño de los Paseos del Prado, Recoletos y Castellana, la construcción del Museo del Prado, el Jardín Botánico, la Fuente de Neptuno, la Iglesia de San Francisco el Grande y la creación de un nuevo alumbrado público, alcantarillado y pavimentación que transformarían lo que había sido hasta entonces poco más que un villorrio en una ciudad moderna.

Carlos III había nacido en Madrid en el año 1716, siendo el tercer hijo del primer rey de la dinastía Borbón, Felipe V, y de su esposa Isabel de Farnesio. No era el primero en la lista de sucesión a la corona española, ya que estaba por delante su hermanastro, el futuro Fernando VI, pues el hermano mayor, que reinaría con el nombre de Luis I, había muerto de viruelas el mismo año de su coronación, 1724. Fue destinado a gobernar sobre los reinos de Nápoles y Sicilia ,que pertenecían a la corona española . Allí contrajo matrimonio con María Amalia de Sajonia , con quién tendría nada menos que nueve hijos.

Su hermano Fernando VI muere en 1759 después de una fuerte depresión provocada por la muerte de su esposa, a la que amaba profundamente, con sólo 45 años de edad y tras trece años de reinado. Carlos viaja desde Nápoles a Madrid para ser proclamado rey en septiembre de 1760. Según cuenta un cronista de la época " Carlos III les ha caído muy bien a los madrileños". Poco después de su coronación, el 27 de septiembre fallecía la amada esposa de Carlos III, María Amalia de Sajonia, a los 37 años de edad y ,posiblemente, como consecuencia de una caída de caballo que había tenido en Nápoles años antes y que le habrían provocado algunas lesiones internas. El monarca, por respeto y amor a su esposa, promete no volver a casarse nunca al estar ya asegurada la sucesión. Diría sobre la muerte de su esposa que "es el primer disgusto de nuestro matrimonio".

Carlos III(1716-1788) fue el mejor representante de la monarquía ilustrada en España, una combinación de la monarquía absoluta con las ideas progresistas de la Ilustración . Estos monarcas se regían por la máxima de "todo para el pueblo pero sin el pueblo" pero lo cierto es que monarcas como Carlos III en España o Catalina II en Rusia modernizaron sus países , dando un nuevo impulso a la ciencia , la educación y la economía



Carlos III había hecho su entrada en la ciudad por la vieja Puerta de Alcalá el 9 de diciembre de 1759. Esta antigua puerta había sido construida por orden de Felipe III en 1599 para recibir a su esposa Margarita de Austria que venía desde Valencia ,y constaba de tres arcos y una torrecilla a cada extremo. Sobre el arco central se podía contemplar una estatua de Nuestra Señora de las Mercedes. La Puerta de Alcalá, por donde accedían a la ciudad los viajeros procedentes del camino real de Aragón y Cataluña, se unía así a las otras cuatro puertas principales de la muralla que custodiaba la ciudad, las de Toledo, Segovia, Bilbao y Atocha. Pero esta puerta le pareció demasiado pequeña y modesta al nuevo monarca que ordenó cinco años después que fuera derribada.

Carlos III quería que la nueva Puerta simbolizara el nuevo espíritu de su reinado, un reinado que iba a tratar de recuperar la antigua grandeza de España, con una monarquía basada en la doctrina del despotismo ilustrado.Aunque no es el objetivo de este artículo si quiero aclarar que el despotismo ilustrado se basaba en el intento de conciliar la monarquía absoluta, donde el rey tenía todo el poder, con las ideas progresistas propias de la Ilustración ,surgidas a lo largo del siglo XVIII. Los reyes que se guiaban por esta forma de gobernar, como era el caso de Carlos III, seguían la máxima "todo para el pueblo pero sin el pueblo", y concentraban en su mano todos los poderes, pero considerándose al mismo tiempo al servicio del Estado y del bien de sus súbditos. Para ello emprendían reformas para modernizar la administración y la economía, fomentaron el desarrollo de la agricultura , la industria y el comercio y trataron de mejorar en lo posible las condiciones de vida de las clases más pobres, además de fomentar la cultura y la ciencia.

Estas directrices iban a marcar el reinado de Carlos III, del que hablaré más detenidamente en otro artículo dedicado en exclusiva a la figura de este monarca, y por eso quería que la nueva Puerta de Alcalá simbolizara su amor por el arte y la belleza arquitectónica al tiempo que fuese también símbolo de la grandeza de la capital de su reino. Para ello convocó un concurso al que se presentaron arquitectos de la categoría de José de Hermosilla (1715-1776), quien participaría en el diseño del nuevo Paseo del Prado, Ventura Rodriguez (1717-1785), entre otras muchas obras autor de las fuentes de Neptuno y Cibeles como veremos un poco más adelante, y Francesco Sabatini(1722-1797), que entre otras obras ya había intervenido en la terminación del Palacio Real.

Ventura Rodríguez llegó a presentar hasta cinco proyectos diferentes, ninguno de los cuales complacíó al rey, mientras que Francesco Sabatini diseñó dos puertas diferentes, una con pilastras y otra con columnas adosadas a la fachada. Ambos gustaron a Carlos III que no podía decidirse en favor de ninguno de los dos, por lo que al final se decidió utilizar los dos diseños de Sabatini, uno para la cara oeste y el otro para la cara este, por eso , hoy en día, cuando observamos la Puerta de Alcalá, vemos dos fachadas diferentes, según desde donde la estemos contemplando, aunque muchos madrileños, a pesar de haber pasado cientos de veces a su lado , no se habrán percatado de esta particularidad.

La puerta , construida en granito, tiene cinco arcos, los tres centrales dos más pequeños en los laterales. En la fachada oeste los tres arcos centrales están coronados por cabezas en forma de león, mientras que en la fachada este las cabezas de león son sustituidas por las de un hombre barbudo , realizadas todas ellas por el escultor francés Roberto Michel (1720-1786), quien también sería el autor de los leones de la Fuente de la Cibeles.Hay que recordar que la Puerta era entonces una auténtica puerta de entrada a Madrid, pues se abría en la muralla que rodeaba la ciudad, por lo que los arcos de entrada disponían de rejas que se cerraban todos los días a la caída del sol y, aún hoy, se pueden ver bajo los arcos las enormes bisagras en las que se sujetaban las rejas que cerraban la Puerta.

Otro de los elementos que diferencian las fachadas son las columnas, diez columnas de granito adosadas en la fachada este, mientras que en la oeste sólo hay las cuatro que flanquean el arco central mientras que las demás son sustituidas por pilastras, que son columnas adosadas a la pared . Todas ellas son de estilo jónico y se apoyan en la cornisa,que también presenta diferencias entre las dos fachadas. En la fachada este podemos ver sobre la cornisa a unos niños portando armas mientras que en la fachada oeste aparecen representadas las cuatro virtudes cardinales: Prudencia,Justicia, Templanza y Fortaleza esculpidas por Francisco Gutiérrez Arribas(1727-1782).

Imagen de la fachada oeste de la Puerta de Alcalá, inaugurada en 1778 por Carlos III. Podemos ver las cinco puertas en las que está dividida, en el interior de los arcos aún se encuentran las bisagras donde se sujetaban las puertas , que eran cerradas al atardecer cuando Madrid aún tenía muralla.En la parte superior se hallan las cuatro virtudes cardinales, el escudo de armas sostenido por la Fama y el Genio y la inscripción "Rege Carolo III. Anno MDCCLXXVIII". Aún hoy se pueden ver impactos de proyectiles en su fachada

La Puerta está coronada por un escudo de armas sostenido por los dioses de la Fama y el Genio, y bajo ellas la inscripción, común a las dos fachadas, "Rege Carolo III. Anno MDCCLXXVIII". En efecto , la Puerta fue inaugurada por el rey Carlos III en el año 1778 ,y a lo largo de sus más de doscientos años ha vivido muchos episodios históricos, algunos de los cuales han dejado huella en su fachada, como los impactos que recibió en 1823 cuando entraron en la ciudad los conocidos como Cien Mil Hijos de San Luis, tropas francesas que respondían a la llamada del nefasto rey Fernando VII, nieto de Carlos III, que quería desembarazarse de los liberales que gobernaban la nación desde 1820. Aún hoy se pueden ver esos impactos. También fue testigo del asesinato en 1921 del Presidente del Consejo de Ministros Eduardo Dato , cuando fue tiroteado junto a ella desde una motocicleta.

Como además la calle Alcalá tiene la consideración de cañada real, los pasos establecidos para que los pastores llevasen a sus rebaños de un lado a otro de la Península en busca de los mejores pastos y clima y cuyo privilego data del año 1273 cuando fue concedido por el rey Alfonso X el Sabio al Honrado Consejo de la Mesta que se encargaría del cuidado de estas rutas, durante mucho tiempo la Puerta de Alcalá fue paso obligado de estos rebaños y aún hoy podemos ver dos mojones a cada lado de la calle que indican su categoría de Cañada Real al cumplir el requisito de tener una anchura de 75 metros. Como última curiosidad deciros que durante la Guerra Civil Española se tapó la inscripción de Carlos III poniendo sobre ella el escudo de la Unión Soviética y un letrero en el que se podía leer "Viva la URSS", ´además de los retratos de líderes soviéticos como Stalin, Litvinov y Voroshilov, para conmemorar así el veinte aniversario de la Revolución Rusa

Y ahora visitemos otro de los símbolos de la ciudad, la Fuente de Cibeles . Esta fuente formaba parte de la gran reforma del Paseo del Prado proyectada por Carlos III y que encargó a José de Hermosilla , quién se encargó de trazar los paseos y rotondas , igualó el terreno y dejó todo listo para que otro de los grandes arquitectos de la época ,Ventura Rodriguez., al que ya he mencionado como uno de los que presentó proyectos para la Puerta de Alcalá, siguiera adelante diseñando las conocidas como Cuatro Fuentes, que incluían la de Apolo, la de la Alcachofa y las más populares, la de Neptuno y la Cibeles. Al tiempo, otro arquitecto, Juan de Villanueva (1739-1811), completaba el nuevo Paseo del Prado con bellos edificios como el Observatorio Astronómico, el Museo de Ciencias y el Jardín Botánico.

En esta foto tomada durante la Guerra Civil España(1936-1939) se puede ver la Puerta de Alcalá al fondo, el Palacio de Comunicaciones, que actualmente es la sede del ayuntamiento, y en el centro la Fuente de Cibeles cubierta por una montaña de arena para protegerla de los bombardeos de las tropas franquistas

La fuente de Cibeles sería realizada entre 1777 y 1782 y aunque el diseño es de Ventura Rodriguez también participarían dos escultores que ya conocemos, Francisco Gutiérrez que se encargaría de esculpir a la propia diosa y el francés Roberto Michel que esculpiría los leones que tiran del carro. Pero ¿quién es la diosa Cibeles? Los que me lean , recordarán que ya la vimos en el artículo dedicado al mítico fundador de Madrid , Ocno Bianor , quién , según la leyenda, habría consagrado la ciudad , por orden del dios Apolo, a la diosa Metragirta también llamada Cibeles. Sin abandonar la mitología ,Cibeles era una antigua deidad que ya era adorada desde el neolítico como la Madre Tierra bajo diferentes denominaciones, como la griega Gea o la romana Magna Mater, y simboliza la vida, la muerte y la resurrección además de la fertilidad de la tierra y ser también diosa de las cavernas, las montañas y de la Naturaleza y todos los animales y era , además, la madre del padre de todos los dioses, Zeus.

En la escultura que de la diosa hizo Francisco Gutierrez, la vemos montada sobre un carro, que simboliza la superioridad de la Madre Tierra sobre todas las formas de vida a la que incluso se someten los dos leones que tiran de su carro y que tienen una bella historia de amor que ahora os contaré. La figura de la Cibeles se completa con un cetro y una llave además de un mascarón que lanzaba un chorro de agua por encima de los leones. En cuanto a los leones que tiran del carro de Cibeles, esculpidos por Roberto Michel , vamos a conocer su historia , pues representan a una pareja mitológica, la formada por Hipómenes y su amada Atalanta.

Atalanta era hija del rey Atamante de la ciudad beocia de Coronte, un rey que sólo quería hijos varones por lo que al nacer Atalanta ordenó que fuese abandonada en el monte Partenio. Como vemos en muchos mitos antiguos, será un animal, en este caso una osa, la que se encargará de cuidar a la pequeña hasta que es encontrada por un grupo de cazadores ,que deciden quedarse a cargo de la pequeña. Atalanta se crió en este ambiente de caza y en plena naturaleza, desarrollando sus habilidades hasta convertirse en una de las más famosos cazadoras de la época. Se consagro a la diosa de la caza , Artemisa, prometiendo mantener su virginidad para dedicarse por completo al culto a la diosa pero, además, recibió la advertencia de un oráculo de que si alguna vez contraía matrimonio se convertiría en animal.

Fuente de Cibeles, diseñada por Ventura Rodriguez. Los leones fueron esculpidos por el artista francés Roberto Michel inspirándose en la leyenda mitológica de los amores de Atalanta e Hipómenes, mientras que la figura de la diosa Cibeles, la Madre Tierra, diosa de la vida, la muerte y la resurrección, fue esculpida por Francisco Gutiérrez. En nuestros días, además de un símbolo de la ciudad es el centro de ciertas celebraciones deportivas. En el siglo XIX era utilizada por los aguadores para obtener el agua que luego se distribuía entre los madrileños

Atalanta se reconcilió con su padre, quién le pidió que se casará, pues ya había llegado a la edad para ello. Con el fin de evitar el matrimonio, Atalanta aceptó casarse sólo con aquel pretendiente que pudiera derrotarla en una carrera, mientras que si era ella quién vencía daría muerte al pretendiente. Aunque su fama como magnífica corredora era conocida por los griegos, hubo osados que lo intentaron. Atalanta les daba siempre un poco de ventaja en la salida, pero terminaba derrotando a todos ellos dándoles luego la muerte. Pero apareció un joven llamado Hipómenes ,que antes de desafiar a Atalanta pidió consejo a la diosa Afrodita, quién le dio tres manzanas de oro del Jardín de las Hespérides para que las utilizase para vencer a la joven.

Como hacía siempre, Atalanta concedió ventaja a Hipómenes y fue recortando las distancias, pero cada vez que se aproximaba al joven este lanzaba una de las manzanas de oro y ella, dominada por la avaricia, se detenía para recogerla. Gracias a esta artimaña Hipómenes ganó la carrera y Atalanta tuvo que aceptar el matrimonio. Sin embargo, la pareja vivió durante un tiempo feliz y enamorada y parecía que la profecía del oráculo no se iba a producir. Hasta que un día de caza, los dos entraron en un templo consagrado a Cibeles y allí hicieron el amor, lo que despertó la ira de la diosa por un sacrilegio tan grave y castigó a los dos transformándoles en leones , los dos machos para que nunca pudieran unirse de nuevo sexualmente, y además deberían tirar para siempre del carro que la diosa utilizaba para desplazarse.

Hay otra versión según la cual fue Zeus el que castigó a los amantes, y sería la diosa Cibeles la que se apiadó de ellos y les unció a su carro para que al menos pudieran estar juntos siempre, aunque eso dejaría sin explicación porque los dos leones son machos. Hay otra figura , un rostro que se halla justo delante de la diosa Cibeles y del que sale un chorro de agua, que también guarda su historia. Es Atis, nieto de la propia Cibeles y del que esta se enamoró.Ya sabéis que en la mitología griega lo del incesto no era problema. Pero Atis iba a contraer matrimonio con la hija de un rey. Justo cuando iba a celebrarse la ceremonia, se apareció Cibeles y Atis enloqueció cortándose los genitales y lo mismo hizo su suegro, dando así inicio a los Coribantes, que se castraban a sí mismos y se consagraban al culto a Cibeles. Lo cierto es que casi mejor no imaginarse la escena. En cuanto a Atis, murió desangrado, pero Cibeles se apiadó y se aseguró de que su cuerpo no se corrompiera, convirtiéndolo en pino y dios de la vegetación. Ello explica las piñas que rodean a la Cibeles, el fruto del pino y símbolo de la muerte y resurrección de Atis.

Amorcillos que se añadieron en 1895 cuando se trasladó a la Cibeles a su actual emplazamiento mirando en dirección a la calle Alcalá y la Puerta del Sol. Anteriormente la diosa se hallaba dispuesta en dirección a Neptuno. Los amorcillos son obra del escultor Miguel Ángel Trilles, y parecen estar achicando agua, uno con un ánfora y el otro con una caracola

Pero además de la función ornamental de la fuente, también tenia una utilidad práctica para los madrileños pues era utilizada para abastecer de agua a la población. A ella acudían los aguadores oficiales, que en su mayoría eran gallegos y asturianos, que llenaban en los dos caños de la fuente sus recipientes para distribuir luego un agua que tenía fama de ser curativas desde la Edad Media. En 1862 estos caños serían sustituidos por un oso y un dragón, símbolos del escudo de Madrid , mientras que el pilón era usado para que bebieran los caballos y otros animales de carga empleados en la época.

En un primer momento la Cibeles estuvo situada frente al Palacio de Buenavista y mirando hacia la fuente de Neptuno, hasta que en 1895 se decidió trasladarla a su actual emplazamiento, mirando en dirección a la calle Alcalá y la Puerta del Sol. Durante este traslado se le añadieron las figuras de dos Amorcillos , uno que vierte agua con un ánfora y el otro sosteniendo una caracola obras del escultor Miguel Ángel Trilles, y se retiraron el oso y el dragón , pues habían perdido su función para repartir agua entre los madrileños que disponían ya de agua corriente en sus casas, y actualmente se hallan en el Museo de los Orígenes de Madrid. Y en este emplazamiento ha seguido hasta nuestros días, después de sobrevivir a la Guerra Civil, cuando fue protegida de los bombarderos enterrada bajo una montaña de arena , como nos muestra una célebre foto de Santos Yubero ,y a las mutilaciones sufridas en su brazo y manos en 1994 y 2002 tras la celebración de algunas victorias deportivas.

Cómo última curiosidad añadir que podemos encontrar otra Fuente de Cibeles en Ciudad de Méjico ,que es una replica exacta pero de menor tamaño que la Cibeles madrileña. Se halla en la Plaza de Cibeles, en pleno centro de Ciudad de Méjico , la cual fue donada por los residentes españoles en Méjico como símbolo de hermandad entre las dos ciudades. Fue inaugurada el 5 de septiembre de 1980 por el presidente de Méjico, José López Portillo, y por el alcalde de Madrid , Enrique Tierno Galván.

Fuente de Cibeles de Ciudad de Méjico. Fue inaugurada en 1980 por el presidente mejicano José López Portillo y el alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván. Donada por los españoles residentes allí , es una replica exacta de la Cibeles madrileña aunque de menor tamaño, y simboliza la hermandad entre las dos ciudades

Y hasta aquí la historia de estos dos monumentos tan emblemáticos de nuestra ciudad y del que es recordado como su mejor alcalde, el monarca Carlos III, el primero en convertir a Madrid en una gran capital europeo. Espero que sirva para que los que sois de aquí miréis con ojos nuevos estos lugares que por cotidianos nos pasan desapercibidos y para los que no vivís aquí que os animéis a visitarnos para disfrutar de la belleza de esta ciudad, que guarda muchas más historias que seguiré contando en el Mentidero.

http://chrismielost.blogspot.com.es/2011/02/historias-de-madrid-la-fuente-de.html













PARQUE DEL RETIRO

El histórico y enorme Parque del Retiro es el parque situado en pleno corazón de Madrid y es considerado su pulmón. Tiene una extensión de 118 hectáreas.

Tiene su origen cuando en el siglo XVII cuando el rey Felipe V recibió unos terrenos para su disfrute y construyó el Palacio del Buen Retiro que se convirtió en la segunda residencia real. Hoy este es uno de los pocos lugares turísticos de Madrid donde se puede gozar de tranquilidad, aunque los domingos suele ser muy bullicioso. En él se pueden encontrar familias con niños, deportistas, paseantes, amantes de la naturaleza y artistas callejeros.

Palacio de Cristal

Puedes realizar diversas actividades en el Parque del Retiro como nuestras interesantes y divertidas clases de patinaje. De lunes a sábado de 9 a 22 puedes aprender a patinar disfrutando del paisaje y de la tranquilidad.

Palacio de Cristal

En 1887 se construyó en el interior del Parque del Retiro un edificio de metal y cristal con motivo de la exposición universal de las Islas Filipinas. A la entrada del palacio se encuentra un lago artificial con varios cipreses de los pantanos. Además existe una curiosa escalera que acaba sumergiéndose en el lago. Actualmente en el Palacio de Cristal se celebran exposiciones de arte contemporáneo que merece la pena visitar.

Qué ver en el Parque del Retiro.

El parque tiene una gran extensión y sólo pasear por él ya es una maravilla. Puedes realizar diversas actividades en el Parque del Retiro como nuestras interesantes y divertidas clases de patinaje. Pero además, también tienes diversos lugares importantes que no te puedes perder, además del Palacio de Cristal..

El más importante punto es el Monumento a Alfonso XII, que se encuentra junto al estanque. Conviene admirarlo desde la otra orilla para apreciar su grandiosidad. Está formado por una columnata con diversas estatuas que rodean la estatua ecuestre de Alfonso XII, de bronce. Del monumento central salen unas escaleras hacia el estanque con cuatro leones de piedra con cuatro sirenas en sus pedestales.

Además, también hay que ver el Paseo de las Estatuas, flanqueado por estatuas de distintos reyes españoles, la Puerta de España, la Fuente de la Alcachofa, la Casa de Fieras y la Fuente del Ángel Caído, representando al demonio con las alas desplegadas y contorsionado sobre unas rocas mientras una serpiente se enrosca alrededor de su cuerpo.

http://www.guiavisitmadrid.com/monumentos/parque-retiro.html













Dirección: Calle de Bailén, 2, 4 y 6.

Ha sido la residencia oficial de los reyes de España desde Carlos III hasta Alfonso XIII, y más tarde de los presidentes de la II República. Desde la década de 1940 su custodia y conservación depende de Patrimonio Nacional, y además de estar abierto al público esta reservado para las ceremonias y actos públicos en los que participa el rey Juan Carlos I como Jefe del Estado.

Su historia comienza en la nochebuena de 1734, cuando un gran incendio redujo a escombros el Alcázar de Madrid, principal centro de poder de la monarquía hispánica y residencia de los soberanos de la Casa de Austria. Felipe V y su familia entonces residían en el palacio del Buen Retiro, pues era conocida la aversión del rey a este edificio de trazas barrocas que en nada se parecía a los grandiosos palacios rococó de su Francia natal.

La desaparición del Alcázar y la construcción de un nuevo Palacio Real iban a permitir al primer soberano de la Casa de Borbón mostrar la imagen de la nueva monarquía. Así, Felipe V dispuso que el nuevo palacio fuera digno de una capital monumental, con capacidad para albergar no solo la residencia de la familia real, sino también a diversas instituciones político administrativas de la corona. La construcción del nuevo palacio, sin duda el edificio más importante que aparecerá en Madrid en el siglo XVIII, tenía, según Marín Perellón, una triple finalidad: de cara a la nación como muestra de las reformas; de cara a los otros príncipes para recalcar la grandeza del monarca y de cara al pueblo como símbolo de la reforma, pero sobre todo de la fuerza de la monarquía.

La traza del nuevo palacio fue encargada al italiano Filippo Juvara, quien vino a Madrid en 1735 para hacerse cargo de su construcción. Desde un principio, Juvara tuvo en mente la realización de un gran palacio comparable con el de la corte de Versalles, y proyectó un colosal edificio tres veces mayor que el actual. Evidentemente, el emplazamiento del antiguo Alcázar era inadecuado para una obra de tal envergadura, por lo que dispuso que fuera construido en los altos de San Bernardino, en torno a la actual calle Isaac Peral. Pero Felipe V, rechazó inexplicablemente el proyecto de Juvara, imponiéndole que el nuevo palacio fuera construido sobre el solar del antiguo Alcázar. Esta decisión contenía una carga simbólica y política de primera magnitud.

Tras la muerte de Juvara en marzo de 1736, Felipe V quiso que fuera su discípulo Juan Bautista Sachetti quien adaptara el proyecto de Juvara al solar del antiguo Alcázar. Este emplazamiento era mucho más pequeño que el elegido por su maestro, por lo que Sachetti tuvo que modificar notablemente el proyecto inicial, haciendo vertical, lo que Juvara había proyectado como horizontal. Esto no quiere decir que el proyecto de Sachetti fuera minimalista, pues junto a la construcción del palacio había recreado todo un espacio áulico o cortesano que se prolongaba hasta la Basílica de San Francisco el Grande, con la construcción de una catedral y un viaducto que salvaba el desnivel de la vaguada de la calle de Segovia. La limitación de recursos aconsejo acometer exclusivamente las obras del palacio, aunque la idea del viaducto de Sachetti no se olvidaría.

A Sachetti por tanto, se le debe el diseño de la planta general, que sería cuadrada y dispuesta entorno a un solo patio principal rodeado de un pórtico y galería con nueve arcos de frente en cada lado. Además, se aprovecharían parte de los cimientos y los sótanos del antiguo Alcázar, sobre todo, los muros de contención que salvaban el abrupto desnivel del Campo del Moro, e incluso se siguió conservando la toponimia de las torres antiguas (torres del rey, del príncipe, de la reina y de la princesa).

Las obras comenzaron el 7 de abril de 1738 con materiales que resistieran al temido fuego; esto es, la caliza de Colmenar de Oreja para fachadas y ornamentos, el granito de Guadarrama, Villalba, Becerril, Galapagar y otros lugares, para muros y cimentaciones; el ladrillo para suelos, muretes y bóvedas; los jaspes para columnas y basamentos se trajeron de El Molar, Lanjarón, El Espejon, la Mañaria, Pedro Muñoz, Tortosa, Los Yébenes y Villamayor de Calatrava; y el mármol para los relieves de la fachada, los peldaños de las escaleras y otras decoraciones de la localidad almeriense de Macael, Valencia, Novelda, Montesclaros y Granada. El uso de la madera se redujo estrictamente a lo necesario.

Para la construcción del palacio se movilizó a buena parte de canteros, carpinteros, trajineros, yeseros, oficiales y aprendices de los gremios de Madrid, incluso vinieron de las provincias vascas buen número de canteros y tallistas, pues tenían fama de ser los mejores del país. Todos estos trabajadores se sumaban a buen número de artistas, maestros y artesanos que habían venido desde tierras italianas y francesas. Al frente de todos ellos se encontraba el turinés Juan Bautista Sachetti, arquitecto mayor de las obras del rey, asistido por los cuatro arquitectos que se encargaban de construir cada una de las torres del nuevo palacio, a la sazón Virgilio Ravaglio, Juan Tami, Pedro Frasca y José Lezzen. Con posterioridad, Carlo Giamboni y Andrés Rusca sustituyeron a Ravaglio y Lezzen. Tal mezcolanza de gentes, técnicas y formas de entender la arquitectura, la escultura y la pintura permitió convertir las obras del palacio real en un auténtico laboratorio de experimentación en el que aprendieron Ventura Rodríguez, José de Hermosilla y otros grandes artistas que trabajarían durante los reinados de Carlos III y Carlos IV.

La organización técnica de las obras estuvo bajo la dirección de un secretario de Estado del rey, con el que realizaba las consultas pertinentes sobre la marcha y las necesidades de las obras. Por debajo se encontraban un intendente, que era el responsable directo de las obras y entendía en la contratación de mano de obra y materiales; un tesorero, un contador y un comisario de obras. Este último cargo lo ostentaba Carlo Sachetti, hermano del gran arquitecto. Las obras fueron en buena medida sufragadas con las rentas estancas que se obtenían del tabaco, además de otras contribuciones y rentas de la Corona.

Durante los primeros años la construcción fue lenta, de tal manera que cuando Fernando VI sube al trono en 1746 sólo se había realizado la planta baja del edificio, así como las bóvedas que soportaban el suelo de la planta principal. Bajo su reinado se terminará la obra global del palacio y sus exteriores, se construirá y decorará la Capilla Real y se comenzarán a pintar algunas estancias como las dos cajas de la escalera principal que nunca llegaría a construirse. De las decoraciones escultóricas de fachadas, estatuas del patio interior (1751) y de la balaustrada se encargaron Doménico Olivieri y Felipe de Castro; de las composiciones artísticas y de las pinturas de los interiores se encargó Corrado Giaquinto (entre 1753 y 1762); de los estucos Juan Bautista Andreoli (desde 1753) y de las puertas y ventanas en caoba maciza el ebanista Mateo de Medina (década de 1750). La aversión que Fernando VI sentía hacia su madrastra Isabel de Farnesio, que desterró de la corte a comienzos de su reinado, quedó de manifiesto al excluirla de las estatuas de los reyes españoles que se estaban haciendo para ornamentar las fachadas y la balaustrada del palacio.

Cuando Carlos III subió al trono en 1759, además de reparar esta afrenta a su madre retirando todas las estatuas, se obstinó en darle un impulso definitivo a la terminación de las obras del palacio. Por orden del rey fueron cesados en sus cargos Sachetti, Giaquinto y los principales cargos que estaban al frente de las diferentes dependencias y oficios que se encargaban de la construcción del palacio. Desde este momento la dirección de obras y su intendencia recaían en el flamante arquitecto y militar Francisco Sabatini, que había llegado a Madrid con Carlos III desde Nápoles.

Con Sabatini la organización de las obras y el diseño de las decoraciones tomaron un aire más militar, y cuatro años después, el 1 de diciembre de 1764, Carlos III y su familia se convirtieron en los primeros moradores del palacio. No obstante, todavía faltaba mucho por hacer, como el acondicionamiento y las decoraciones de buena parte de las salas. Para este cometido Carlos III hizo venir a Madrid a los mejores artistas del momento. El decorador Matias Gasparini se encargó de diseñar y embellecer buena parte de las estancias que componían el cuarto del rey; para pintar los frescos de las bóvedas se hizo venir a Madrid al bohemio Antonio Rafael Mengs (1761) y al veneciano Juan Bautista Tiépolo (1762), junto con sus hijos y colaboradores como Doménico y Lorenzo Tiepolo, Francisco Bayeu, Mariano Salvador Maella y Antonio González Velázquez; de los estucos se encargaron los hermanos Brilli y Michel, e incluso se sustituyeron todas las puertas y ventanas que se habían realizado a comienzos de la década de 1750. Buena parte de las nuevas decoraciones del palacio se realizaron en las Reales Fábricas de Cristales de la Granja, de Porcelana del Buen Retiro y de Tapices de Santa Bárbara.

La creciente centralización de la administración puso de relieve la necesidad de espacio que precisaban algunas dependencias de la Casa Real y del Estado, razón por la que en 1772 Francisco Sabatini comenzó el «aumento» o ampliación de la torre sureste. Con el inicio de estas obras, que alteraban la simetría del proyecto original de Sachetti, también comenzaba un largo periplo de obras y derribos que se prolongarían prácticamente durante todo el siglo XIX. Así, durante el breve reinado de José Bonaparte (1808-1813) se produjeron los derribos de casas que había junto a la fachada oriental del palacio y cuyo solar Narciso Pascual y Colomer transformaría en la monumental plaza de Oriente (1844). El mismo arquitecto se encargaría del cerramiento de la plaza de la Armería, obra que culminaría en 1892 el también arquitecto Enrique María Repullés y Vargas, con el derribo de las antiguas Caballerizas y la Armería Real, y con el cerramiento definitivo a través de una verja.

Las decoraciones de las salas también fueron objeto de profundas transformaciones estéticas durante el siglo XIX. Del reinado de Carlos III se conservan prácticamente intactos el Salón del Trono, el Salón de Gasparini, la Real Capilla, la Sala de Porcelana, el Salón de Alabarderos y buena parte de los frescos que se pintaron en techos y bóvedas. El resto de las salas fueron cambiadas por los sucesivos soberanos predominantemente en estilos imperio y neoclásico. Y es que cada vez que subía al trono un soberano hacían reformas y se cambiaban las decoraciones y el emplazamiento de sus habitaciones en palacio. Las más conocidas fueron el cambio de orientación de la escalera principal que realizó Sabatini por deseo de Carlos IV en 1789, y la construcción del Comedor de Gala por José Segundo de Lema en 1879.

Junto al Palacio, además de la Plaza de Oriente, hay dos espacios verdes que realzan la belleza del entorno. Frente a la fachada occidental se extienden los jardines del Campo del Moro, que debe su nombre al sitio que realizaron los musulmanes en el siglo XII para intentar tomar la ciudad. Cuando Felipe II estableció la corte de la monarquía en Madrid compró este espacio para dedicarlo a cazadero y sus sucesores lo utilizaron para celebrar festejos y ceremoniales cortesanos. Durante el siglo XVIII, y a raíz de la construcción del nuevo palacio, se intentó mejorar el aspecto de los jardines, pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando el paisajista catalán Ramón Oliva le da el diseño definitivo (1890). Las fuentes de los Tritones y de las Conchas fueron ubicadas en los jardines durante el reinado de Isabel II. Por último, frente a la fachada norte, y en el lugar donde estuvieron las dependencias de las antiguas Caballerizas Reales, Fernando García Mercadal realizó los Jardines de Sabatini a comienzos de la década de 1930, siguiendo un proyecto original del propio Francisco Sabatini.

El resultado de este largo proceso histórico es, sin ninguna duda, uno de los palacios más bellos de Europa, ya no solo por su arquitectura, sino también por las numerosísimas obras de arte que decoran sus salas.

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MUSEO DEL PRADO

El Museo del Prado es una de las pinacotecas más importantes del mundo. Junto al Museo Reina Sofía y el Thyssen-Bornemisza forma el llamado triángulo del arte de Madrid.

En sus salas alberga cerca del millar de pinturas pero en sus almacenes tiene varios miles esperando a ser exhibidas en sus maravillosas exposiciones temporales que habitualmente se exponen. Los principales lienzos del museo pertenecen a los geniales Goya y Velázquez, pero también posee otros importantes de Tiziano, Rubens, El Greco, Murillo, Zurbarán, Rafael, Veronese, El Bosco o Van Dyck.

La visita al Museo del Prado

Es prácticamente imposible describir en unas pocas líneas lo mejor que puedes encontrarte en el Museo del Prado, pero a continuación comentamos lo principal que te encontrarás en tu vista:

Francisco de Goya. El museo posee más de 140 obras del genial pintor. Entre las más importantes se encuentran La Familia de Carlos IV, Los duques de Osuna y sus hijos, La Condesa de Chinchón, La Marquesa de Santa Cruz, La Lucha de los Mamelucos, Los Fusilamientos del 3 de mayo y sobre todo sus grandes iconos: La Maja Vestida y La Maja Desnuda. También merecen especial atención las pinturas negras de Goya

Diego Velazquez. Del pintor sevillano, el museo posee casi 50 obras, entre las que se pueden destacar La Adoración de los Reyes Magos, los retratos de Felipe IV, el Príncipe Baltasar Carlos, Carlos de Austria y Mariana de Austria, el impresionante Los Borrachos, Las Hilanderas, La Fragua de Vulcano, La Rendición de Breda y su obra maestra Las Meninas.

Pintura española. Obras como Santa Catalina de Fernando Yañez o La Última Cena de Juan de Juanes son algunas obras a destacar de esta época. Pero sobre destacan las obras del gran pintor El Greco como La Anunciación, La Huida a Egipto o el famoso Caballero de la Mano en el Pecho. Cabe destacar también otras obras de Murillo, Zurbarán o Sorolla como Chicos en la Playa.

Pintura italiana. Después de la española, la italiana es la segunda en importancia del museo. Destacan las obras de Tiziano (La Bacanal y Ofrenda a Venus), Veronés (Moisés salvado de las aguas), Tintoretto (El Lavatorio) y Rafael (Sagrada Familia del Cordero, Virgen del Pez o El Cardenal). También destacan las obras de Caravaggio o Luca Giordano.

Pintura flamenca. De la escuela flamenca destacan las obras de Van Dyck y El Bosco (La Adoración de los Magos y El Jardín de las Delicias). Merece especial atención la colección de Rubens entre la que destaca Las Tres Gracias.

Otras pinturas. De otras escuelas europeas también hay que destacar el Autorretrato de Durero o el único cuadro de Rembrandt del Prado (Judit en el Banquete de Holofernes).

Otras artes. Aunque son poco conocidas, merece también su atención las colecciones de escultura y de artes decorativas que hay en el Museo del Prado.

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CENTRO DE ARTE REINA SOFIA

El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, situado en un gran edificio de estilo neoclásico en la zona de Atocha, contiene obras de arte de los siglos XIX, XX y XXI

Su colección puede considerarse una prolongación del Museo del Prado ya que las obras de éste llegan hasta el siglo XIX y junto a él y el Museo Thyssen-Bornemisza forman en famoso triángulo de arte de Madrid.

La línea divisoria entre ambos museos se establece en el nacimiento del gran Picasso, en 1881. Las obras del genial pintor malagueño son las más importantes del museo, destacando también las obras de Dalí o Miró.

La visita al Museo Reina Sofía

Los puntos más importantes que se pueden visitar en este museo son las siguientes:

Pablo Picasso. Su obra más importante, el Guernica, es la estrella del museo. Se guarda junto a múltiples bocetos preparatorios. También destacan los maravillosos Mujer en Azul y El Pintor y la Modelo y algunas esculturas como Mujer en el jardín, El hombre del cordero y La dama oferente.

Salvador Dalí. También se puede visitar una maravillosa colección de Dalí, entre los que destaca El Gran Masturbador, Figura en una ventana o Muchacha Sentada.

Joan Miró. De otro de los grandes pintores españoles del siglo XX se puede visitar una gran colección surrealista.

Biblioteca. De acceso libre posee más de 100.000 libros, 3.500 audios y 1.000 videos.

Además, hay que destacar las exposiciones temporales que habitualmente hay en el museo.

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MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA

El Museo Thyssen-Bornemisza junto al Museo Reina Sofía y el Museo del Prado forma el llamado triángulo del arte de Madrid.

En las cerca de mil obras expuestas el visitante podrá contemplar los principales periodos y escuelas pictóricas del arte occidental como el Renacimiento, el Manierismo, el Barroco, el Rococó, el Romanticismo y el arte de los siglos XIX y XX hasta llegar al Pop Art. Se incluyen también algunos movimientos carentes de representación en las colecciones estatales, como el Impresionismo, el Fauvismo, el Expresionismo alemán y las Vanguardias experimentales de comienzos del siglo XX. Asimismo cabe destacar la importante colección de pintura norteamericana del siglo XIX, única en el ámbito museístico europeo.

La visita al Museo Thyssen-Bornemisza

Las obras más importantes que se pueden encontrar en este museo son las siguientes:

Renacimiento italiano. De esta época se pueden admirar grandes obras de Duccio (Cristo y la Samaritana) o Luca di Tomme (Adoración de los Reyes Magos), así como de otros grandes pintores italianos. Destaca también El Joven Caballero, de Vittore Carpaccio y que es considerado el primer retrato de cuerpo entero pintado en Europa.

Renacimiento alemán. También se pueden encontrar obras importantes de pintores alemanes tales como el famoso retrato de Enrique VIII de Hans Holbein el Joven y del gran artista Durero, entre otros.

Galería de los retratos. En esta galería, con vistas al Museo del Prado, se pueden admirar obras maestras de retratos de artistas como Rafael, Bronzino o El Veronés.

Caravaggio y Rubens. De estos grandes artistas también se pueden destacar el Santa Catalina del primero y Retrato de una dama, del segundo.

Barroco holandés. De esta época se pueden encontrar obras de Frans Hals y Rembrandt principalmente.

Impresionismo. También se pueden encontrar grandes obras de Manet (Amazona de frente), Renoir, Monet, Degas (Bailarina de verde), Pissarro o Van Gogh (La aldea de Les Vessenots en Auvers o Los comedores de patatas). También hay un lienzo de Gaughin.

Pintura norteamericana. De la desconocida pintura de artistas estadounidenses también se pueden encontrar alguna muestra, muy difícil de encontrar en cualquier museo del mundo.

Siglo XX. Del siglo pasado también hay una extensa colección. Se puede destacar los cuadros expresionistas entre los que se encuentra el impresionante Metropolis de Grosz. Del siglo XX también se puede destacar Hombre con clarinete y Arlequín con espejo de Picasso, así como su La comida frugal y Corrida de toros. También destaca la sección de pintura surrealista y otras de Joan Miró, Salvador Dalí, Edward Munch y muchos más.

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Museo Naval de Madrid

El Museo Naval de Madrid es una entidad cultural de titularidad estatal, situada en los bajos del Cuartel General de la Armada en el Paseo del Prado (Madrid), y gestionada por el Ministerio de Defensa a través de la Dirección General de Relaciones Institucionales de la Defensa: Subdirección General de Patrimonio Histórico-Artístico; y dependencia orgánica del Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada, regida por un Real Patronato al que le es de aplicación lo dispuesto en el Real Decreto 620/1987, de 10 de abril, que aprueba el Reglamento de los Museos de Titularidad Estatal.

La misión del Museo consiste en adquirir, conservar, investigar, comunicar y exhibir para fines de estudio, educación y contemplación, piezas, conjuntos y colecciones de valor histórico, artístico, científico y técnico relacionados con la actividad naval, a fin de difundir la historia marítima de España, contribuir a ilustrar, relevar y salvaguardar sus tradiciones y promover la conciencia marítima nacional.

Historia

El origen del Museo Naval se remonta al 28 de septiembre de 1792, gracias a una excelente iniciativa de don Antonio Valdés y Fernández Bazán, Secretario de Marina del rey Carlos IV de España, plasmada en el siguiente documento:

El Rey tiene resuelto establecer en la Nueva Población de San Carlos un Museo de Marina que, a más de la biblioteca general, reúna todas las ciencias naturales que son necesarias para la completa instrucción del Cuerpo de la Armada, y consiguiente utilidad en ella.

Para su ejecución ha determinado S.M. que se destinen desde luego en la Tesorería de Cádiz cien mil reales de la consignación de cada Departamento, comprendiéndolos en los presupuestos del año próximo; y que, sin perjuicio de ello, se pidan además otros tantos para el mismo; practicando lo propio en lo sucesivo y teniendo siempre con separación este caudal para emplearlo únicamente en el expresado objeto; y de orden de S.M. lo comunico a V.E. para su inteligencia y gobierno de esa Junta; en el concepto de que doy el correspondiente aviso a las de Cádiz y Cartagena.

[cita requerida]

Con ese objeto, el capitán de navío Josef de Mendoza y Ríos fue comisionado a Francia y Gran Bretaña para comprar libros, mapas y otros materiales para la biblioteca, y los tenientes de navío Martín Fernández de Navarrete, José de Vargas Ponce y Juan Sanz y Barutell, enviados a distintos archivos españoles para copiar todos los manuscritos referentes a asuntos de Marina, mientras se empezaba la recogida de materiales para formar las colecciones del proyectado Museo.

La sustitución de Valdés al frente del Ministerio, la de José de Mazarredo en la Dirección General de la Armada y los acontecimientos políticos y militares por los que atravesó España en el primer tercio del siglo XIX, imposibilitaron la realización del proyecto. El material destinado a la biblioteca pasó a formar parte de la del Depósito Hidrográfico y los instrumentos científicos, que ya estaban en Cádiz, pasaron al Real Instituto y Observatorio de la Armada.

Muchos años después, en 1842, el subteniente de Infantería Ramón Trujillo Celari, destinado como oficial auxiliar en la Junta del Altamirantazgo, redactó un memorial para actualizar el decreto de Valdés.

Este memorial fue informado favorablemente por Fernández de Navarrete, a la sazón Director del Depósito Hidrográfico, abandonando sin embargo la idea enciclopedista del siglo anterior de incluir una biblioteca de Marina, pues este aspecto lo cubría ya la del Depósito Hidrográfico.

El Museo Naval fue inaugurado provisionalmente el 19 de noviembre de 1843 por la reina Isabel II de España, en el Casa o Palacio de los Consejos, en la calle Mayor de Madrid, actualmente sede de la Región Militar Centro.

Ante el incremento de los fondos, a comienzos de 1845 se trasladaron las colecciones a un nuevo local, la Casa del Platero, situada en la calle Bailén, entre el Palacio Real y la desaparecida Iglesia de Santa María de la Almudena. A causa de riesgo inminente de derrumbamiento del edificio, en 1853 se trasladó el Museo al Palacio de los Ministros, antigua casa de Godoy hasta 1807, junto al actual palacio del Senado, en la plaza de la Marina Española, reabriéndose al público el 27 de noviembre del citado año de 1853, con asistencia de la reina Isabel y los miembros del Gobierno.

En condiciones precarias, el Museo se reabrió de nuevo en octubre de 1932 en su sede actual del antiguo Ministerio de Marina, hoy Cuartel General de la Armada, ocupando el mismo lugar donde se haya hoy en día. El contralmirante Julio Guillén Tato, director desde 1933 a 1972, verdadero creador y alma del nuevo centro, le dio la forma y organización plasmadas en el catálogo-guía de 1934 que, con ligeras variaciones, se ha mantenido hasta 1993.

El origen de las colecciones del Museo es muy diverso, en gran parte debido a las aportaciones valiosísimas de la Casa Real, la antigua Secretaría de Marina, las extinguidas Compañías de Guardias Marinas, los Departamentos Navales de la Península y los apostaderos de Filipinas y Cuba, el Depósito Hidrográfico, el Real Instituto y Observatorio de San Fernando y el Instituto Hidrográfico de Cádiz, así como a un sinfín de donativos particulares.

Las salas expositivas del Museo, ordenadas cronológicamente, contienen las colecciones de objetos históricos de muy diversa índole custodiados por la Armada y que van desde el siglo XV hasta la actualidad. Entre ellas sobresale el mapa de Juan de la Cosa, la representación del continente americano más antigua que se conserva.

http://es.wikipedia.org/wiki/Museo_Naval_de_Madrid













Madrid es la capital de España1 y de la Comunidad de Madrid, comunidad autónoma uniprovincial. También conocida como la Villa y Corte, es la ciudad más grande y poblada del país, alcanzando oficialmente y según el padrón de habitantes a 1 de enero de 2011 los 3.293.601 habitantes en su municipio,2 y la corrección a final de año del ayuntamiento, cifra oficiosa hasta ser aprobada en el congreso a finales de ese año es de 3.294.110,3 mientras que la cifra de población incluida su área metropolitana asciende a 6.543.031 habitantes según AUDES,4 siendo por ello la tercera ciudad más poblada de la Unión Europea —por detrás de Berlín y Londres— y la tercera área metropolitana, por detrás de las de París y Londres.5 6 7 8

Como capital del Estado, Madrid alberga las sedes del gobierno, Cortes Generales, ministerios, instituciones y organismos asociados, así como la residencia oficial de los reyes de España.9 En el plano económico, Madrid es la cuarta ciudad más rica de Europa, tras Londres, París y Moscú.10 Es el principal centro financiero y empresarial de España,11 actualmente, el 50,1% de los ingresos de las 5.000 principales empresas españolas son generados por sociedades con sede social en Madrid, las cuales representan el 31,8% de ellas.12 Es sede del 3er mayor mercado de valores de Europa,13 del 2º de ámbito latinoamericano (Latibex) y de varias de las más grandes corporaciones del mundo.14 15 Es la 8ª ciudad del mundo con mayor presencia de multinacionales, tras Pekín y por delante de Dubái, París y Nueva York.16 17

En el plano internacional, acoge la sede central de la Organización Mundial del Turismo (OMT), perteneciente a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la sede de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), y la sede de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). También alberga las principales instituciones internacionales reguladores y difusoras del idioma español: la Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española,18 y sedes centrales de la Real Academia Española (RAE), del Instituto Cervantes y de la Fundación del Español Urgente (Fundéu). Madrid organiza ferias como FITUR, Madrid Fusión, ARCO, SIMO TCI, el Salón del Automóvil y la Cibeles Madrid Fashion Week. Es un influyente centro cultural y cuenta con museos de referencia internacional entre los que destacan el Museo del Prado, sin duda uno de los más importantes del mundo, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el Thyssen-Bornemisza, que ocupan, respectivamente, el 9º, 15º y 56º puesto entre los museos más visitados del mundo.19

Es, según la revista británica Monocle, la 10ª ciudad del mundo con mayor calidad de vida.20

Los orígenes de la ciudad son objeto de revisión tras recientes hallazgos de enterramientos visigodos así como de restos que se remontan a los carpetanos o periodo prerromano. Las excavaciones arqueológicas también arrojan restos romanos, atribuyéndose al Madrid romano. Estos hallazgos de época visigoda han venido a confirmar que el posterior asentamiento fortificado musulmán de Maǧrīţ (del siglo IX) se había asentado sobre un vicus visigodo del siglo VII llamado Matrice o matriz, arroyo. (AFI [maʤriːtˁ]),21 22

No sería hasta el siglo XI que Madrid es incorporado a la Corona de Castilla, tras su conquista (o reconquista) por Alfonso VI de León y Castilla en 1083. Es designada como sede de la Corte por Felipe II en 1561, convirtiéndose en la primera capital permanente de la monarquía española. Desde el Renacimiento hasta la actualidad ha sido capital de España y sede del Gobierno y la Administración del Estado, salvo un breve intervalo de tiempo entre los años de 1601 y 1606 en los que la capitalidad pasó temporalmente a Valladolid así como durante la Guerra Civil, cuando el Gobierno se trasladó primero a Valencia y después a Barcelona.













La capitalidad

Artículo principal: Capitalidad de Madrid.

La capitalidad, con sus efectos espaciales, funcionales y fisonómicos, constituye el hecho diferencial de Madrid en relación con el resto de ciudades españolas, lo que, por el contrario, la acerca a otras capitales europeas, como París, Londres o Berlín. Es evidente que el devenir de la ciudad y su conversión en una gran ciudad metrópoli está indisolublemente unido a la institución de la capitalidad, pero, además de sus consecuencias metropolitanas, el hecho le confiere un carácter distintivo a la ciudad, que la hace diferente al que poseen otras grandes ciudades no capitales.[cita requerida]

A pesar de que desde aproximadamente el 12 de junio de 1561 (450 años) el establecimiento de manera permanente de la Corte en Madrid otorgara a la Villa la condición de capital (de la Monarquía Católica y del Imperio español), el reconocimiento jurídico de la función de capitalidad hubo de esperar más tiempo. Hasta 1931, con el advenimiento de la Segunda República Española, no se oficializa constitucionalmente este hecho, posteriormente también sancionado en la Constitución de 1978. Sin embargo, no fue hasta 2006 cuando se promulgó una ley, la Ley de Capitalidad y Régimen Especial de Madrid, por la que el Parlamento desarrolló legislativamente las consecuencias de este hecho diferencial.

Símbolos

Artículo principal: Escudo de Madrid.

Los símbolos de la Villa de Madrid son la bandera carmesí propia de los ayuntamientos castellanos y el escudo tradicional con el oso y el madroño, tocado con corona real antigua, según el actual reglamento de Protocolo y Ceremonial del Ayuntamiento de Madrid.23

Aunque siempre se habla del «oso y el madroño», antiguamente era una osa. Así mismo el madroño no era identificado como tal, sino era un árbol con frutos rojos, hasta que los frutos del madroño sirvieron para curar una plaga que asoló la ciudad. Desde entonces se identificó el árbol como madroño. Cuando Carlos I solicita mejorar el escudo de la Villa dice «Al blasón de este Concejo, que lleva una osa e un madroño en campo blanco, se sirva Vuestra Majestad otorgar que lleve una corona dentro del escudo, o una orla azul con siete estrellas de ocho rayos, en señal del claro y extendido cielo que cubre esta Villa».[cita requerida]

Durante un tiempo el escudo de Madrid tuvo un dragón, aunque algunos expertos señalan que era una culebrilla alada o un grifo dorado. El historiador López de Hoyos cuenta en 1546 que durante unas obras de las murallas «derribaron cosas y casas y entre ellas había un piedra berroqueña labrada que estaba en lo más alto de la muralla en que figuraba un espantable dragón, el cual traían por armas los griegos usándolas en sus banderas». A partir de entonces muchos escudos en Madrid tenían Dragones. El escudo oficial de 1859 tenía oficialmente un grifo dorado que parecía un dragón.[cita requerida]

En 2004 la corporación municipal adoptó un logotipo basado en el escudo de la villa, en línea de color azul claro, que es utilizado en los documentos internos y de comunicación externa.

Toponimia

El primer nombre documentado es el que tuvo en época andalusí, مجريط Maǧrīţ (AFI [maʤriːtˁ]), que dio en castellano antiguo Magerit [maʤeˈɾit]), sobre cuyo origen se han formulado a lo largo de la historia multitud de hipótesis.

La teoría más extendida hasta tiempos recientes era la del arabista Jaime Oliver Asín, quien afirmó en 1959 que Maŷriţ o Maǧrīţ (ŷ y ǧ son dos formas de representar el mismo sonido), deriva de maǧra, que significa «cauce» o lecho de un río, a la que se añadió el sufijo romance -it, del latín -etum que indica abundancia (los híbridos árabe-romance fueron frecuentes en al-Ándalus). En un primer momento, Oliver Asín afirmó sin embargo que el nombre actual de Madrid no procede de Maǧrīţ sino del romance mozárabe, Matrice, pronunciado Matrich con el significado de «matriz» o «fuente». Los dos topónimos, árabe y romance, según la hipótesis inicial de Oliver, coexistieron en el tiempo y eran utilizados por sendas poblaciones, musulmana y cristiana, que vivían respectivamente en los actuales cerros de la Almudena y las Vistillas, separados por un arroyo que discurría por la actual calle de Segovia, que es el que da origen a ambos nombres. Oliver fue más allá, afirmando que de estas dos poblaciones procede la denominación popular «Los Madriles», en plural, que se le da a la ciudad. Sin embargo, poco después Oliver se desdijo de esta teoría del nombre doble y afirmó simplemente que el nombre de Madrid procede del árabe Maǧrīţ.24

El lingüista Joan Coromines propuso en 1960 una teoría alternativa, apuntando que Maǧrīţ no es en realidad más que la arabización fonética de Matrich, con metátesis de ǧ y ţ y no tiene por qué relacionarse con la palabra árabe maǧra, posibilidad que ya apuntó Oliver Asín pero que descartó por razones no exclusivamente lingüísticas. Esta teoría la desarrolló más adelante el arabista y lingüista Federico Corriente25 y es la más extendida en la actualidad.26













Historia

Artículo principal: Historia de Madrid.

Los orígenes de la ciudad son objeto de revisión tras los recientes hallazgos, en su perímetro más antiguo, de enterramientos visigodos así como de restos que se remontan a los carpetanos o periodo prerromano. Las excavaciones arqueológicas en el término municipal también arrojan restos romanos en diferentes distritos de la ciudad moderna, atribuyéndose al Madrid romano, y en base a los restos encontrados durante las obras de soterramiento de la autopista M-30, una localización a orillas del río Manzanares en el área de influencia del Puente de Segovia, en el entorno hoy ocupado por el Parque de Atenas, la parte baja de la Calle de Segovia y el Paseo de la Virgen del Puerto. El Madrid romano no se situaría por tanto en el posterior enclave en altura del periodo visigodo para situarse en el valle del Manzanares, a escasos metros de donde se documentan los referidos restos visigodos, en la colina formada por los actuales Palacio Real y Catedral. Estos recientes hallazgos de época visigoda han venido a confirmar las teorías de varios autores que sostuvieron que el posterior asentamiento fortificado musulmán de Maǧrīţ (del siglo IX) se había asentado sobre un vicus visigodo del siglo VII llamado Matrice o matriz, arroyo. (AFI [maʤriːtˁ]),27 28

No sería hasta el siglo XI que Madrid es incorporado a la Corona de Castilla, tras su conquista (o reconquista, si tenemos en cuenta el pasado visigodo) por Alfonso VI de León y Castilla en 1083. Es a partir de ese momento cuando Madrid comienza un proceso lento pero constante de crecimiento en extensión, población e influencia, que abarca todo el periodo medieval (alta y baja Edad Media) hasta situarse a fines del siglo XV como una de las principales ciudades de Castilla. Resultado de este proceso de crecimiento, entre otras razones, sería su designación como sede de la Corte por Felipe II en 1561, convirtiéndose en la primera capital permanente de la monarquía española. Desde ese mismo año de 1561 Madrid experimentó un crecimiento exponencial en tamaño y población, alcanzando a finales del siglo XIX más de medio millón de habitantes sobre el suelo de la ciudad consolidada (ciudad antigua más Ensanche). Madrid, por tanto, ha sido desde el Renacimiento (siglo XVI) y hasta la actualidad, capital de España y sede del Gobierno y la Administración del Estado, salvo un breve intervalo de tiempo entre los años de 1601 y 1606 en los que la capitalidad pasó temporalmente a Valladolid así como durante la Guerra Civil, cuando el Gobierno se trasladó primero a Valencia y después a Barcelona.

Prehistoria

Pese a que no se han encontrado restos fósiles humanos, sí se ha hallado gran variedad de útiles, especialmente en el entorno de Arganda del Rey y del Manzanares, que permiten probar la existencia de asentamientos humanos en las terrazas del río en el lugar que hoy ocupa la ciudad.29 30

Época romana y visigoda

La conquista y colonización por Roma de la Península Ibérica, llevada a cabo inicialmente como maniobra militar romana en su larga serie de guerras con Cartago, dura casi 200 años, desde la Segunda Guerra Púnica hasta el 27 a. C. en el que completan la pacificación del norte del territorio y lo dividen en tres provincias.31 La región que actualmente ocupa Madrid se situaría en la Tarraconense.

Si bien es posible que durante el periodo romano el territorio de Madrid no constituyese más que una región rural, beneficiada por la situación de cruce de caminos y la riqueza natural, el hallazgo de los restos de una basílica del periodo hispano-visigodo en el entorno de la iglesia de Santa María de la Almudena32 ha sido presentado como una evidencia de la existencia de un asentamiento urbano en ese periodo. Otras muestras arqueológicas de la presencia de una población estable en Madrid se encuentran en los restos de dos necrópolis visigodas, una en la antigua colonia del Conde de Vallellano —paseo de Extremadura, junto a la Casa de Campo— y otra en Tetuán de las Victorias. Dentro del casco medieval, se encontró una lápida bastante deteriorada con la leyenda, nunca completada e interpretada de formas varias, pero que podría indicar la presencia de población estable ya en el siglo VII.

«MIN.N. BOKATUS. INDIGNVS. PRS. IMO / ET TERTIO. REGNO. DOMNO. RVD. / MI. REGVM. ERA DCCXXXV»

Siglo VII.

Época musulmana

La primera constancia histórica de la existencia de un asentamiento estable data de la época musulmana.33 En la segunda mitad del siglo IX, el emir de Córdoba Muhammad I (852-886) construye34 una fortaleza en un promontorio junto al río,33 que es una de las muchas fortificaciones que ordena construir en el territorio fronterizo de la Marca Media con el triple propósito de vigilar los pasos de la sierra de Guadarrama y proteger Toledo de las razzias de los reinos cristianos del norte, de ser punto de partida a su vez para incursiones musulmanas en dichos reinos y de asentar la autoridad de Córdoba en esta región. La primera noticia escrita sobre Madrid la encontramos en el cronista cordobés Ibn Hayyan (987-1075), quien, citando a otro cronista anterior, al-Razi (888-955), dice:

A Muhammad y al tiempo de su reinado se le deben hermosas obras, muchas gestas, grandes triunfos y total cuidado por el bienestar de los musulmanes, preocupándose por sus fronteras, guardando sus brechas, consolidando sus lugares extremos y atendiendo a sus necesidades. Él fue quien ordenó construir el castillo de Esteras, para guardar las cosechas de Medinaceli, encontrándose en su lado noroeste. Y él fue quien, para las gentes de la frontera de Toledo, construyó el castillo de Talamanca, y el castillo de Madrid y el castillo de Peñahora. Con frecuencia recababa noticias de las marcas y atendía a lo que en ellas ocurría, enviando a personas de su confianza para comprobar que se hallaban bien.35

Junto a la fortaleza se desarrolla, hacia el sur y hacia el este, principalmente, el poblado. Esta población recibe el nombre de Maǧrīţ (AFI [maʤriːtˁ]) (en castellano antiguo Magerit [maʤeˈɾit]), que podría ser una arabización del nombre romance Matrice, «matriz», en alusión a un arroyo de ese nombre que discurría junto a la primitiva ciudad, por la actual calle de Segovia,36 o bien ser un híbrido entre la palabra árabe Maǧra, que significa 'cauce' o 'curso de agua', y el sufijo romance -it (< latín -etum), que indica abundancia; el significado sería por tanto 'lugar abundante en aguas', en referencia a los varios arroyos de superficie y subterráneos que podían encontrarse en el el solar de la ciudad.37

La noticia más completa sobre el Madrid musulmán la da el geógrafo al-Himyari en el siglo XV, quien citando fuentes más antiguas dice de esta ciudad que era:

Una noble ciudad de al-Ándalus construida por el emir Muhammad ibn Abd al-Rahman. De Madrid al puente de Maqida [¿Valdemaqueda?], que era el límite de las tierras del islam, hay 31 millas. En Madrid hay un barro con el que se hacen unas ollas que pueden utilizarse para ponerlas sobre el fuego durante veinte años sin que se rompan, y lo que se cocina en ellas se conserva sin que le afecten ni el frío ni el calor del ambiente. El castillo de Madrid es uno de los más poderosos, construido por el emir Muhammad ibn Abd al-Rahman. Ibn Hayyan menciona en su Historia el foso que fue cavado fuera de las murallas de Madrid, diciendo que se encontró en él una tumba con un esqueleto que medía 51 brazos, esto es, 102 palmos [aprox. 9 m], desde el cojín de la cabeza hasta el extremo de los pies. De ello levantó acta, certificándolo, el cadí de Madrid, quien acudió al lugar y lo observó junto a varios testigos.38

Se ha mantenido durante el tiempo la tradición de que el primitivo hisn o fortaleza andalusí ocupaba el solar en el que luego se levantó el alcázar cristiano y más tarde el actual Palacio Real. Muchos investigadores han trabajado con esta hipótesis, desarrollando propuestas de reconstrucción del trazado de las murallas de la vieja al-mudayna o ciudadela a partir de esta idea. Sin embargo, no hay ninguna evidencia arqueológica ni documental de que el hisn estuviera en ese emplazamiento, y en la actualidad los estudiosos tienden a pensar que la muralla de la ciudadela pasaba por la actual plaza que separa la catedral de la Almudena del Palacio y por tanto no incluía el solar de este último. La ciudad andalusí amurallada, por lo tanto se habría levantado en el cerro delimitado al sur por la hondonada del arroyo de San Pedro (actual calle Segovia), al norte por la del arroyo del Arenal (actual calle del Arenal) y al oeste por el barranco que termina en la vega del Manzanares. Extramuros se desarrolló, hacia el sur y el oeste, una población mayor que fue rodeada en época cristiana de una segunda muralla.

De los diversos trabajos arqueológicos desarrollados en la ciudad desde mediados del siglo XIX en adelante, han hallado restos como: la muralla árabe de la Cuesta de la Vega, la atalaya de la Plaza de Oriente y los vestigios de un viaje de agua de la Plaza de los Carros. Se conocen otros restos de muralla, hoy desaparecidos, por los planos antiguos de la ciudad. La mezquita mayor, cuya existencia daba a la población el carácter de medina o ciudad, ocupaba el lugar en el que luego se levantó la iglesia de Santa María, derribada a su vez en el siglo XIX para ensanchar la calle Mayor. Ésta ya era en tiempos andalusíes la calle principal de la ciudad.39

En el año 932, el rey Ramiro II en su proceso de conquista territorial en el sur del reino de León atacó la fortaleza omeya de Madrid, en su idea de conquistar Toledo. Pero ya ocupadas por al-Nasir, tiempo antes, las fortalezas de la margen derecha del Tajo, Ramiro solo pudo desmantelar las fortificaciones de Madrid y depredar sus tierras más próximas, de donde trajo numerosas gentes. Las murallas de Madrid fueron reforzadas tras este ataque.

Durante la época califal, Madrid perteneció a la cora de Guadalajara. Tras la desintegración del califato, pasó a integrarse en el reino taifa de Toledo.

En el Madrid árabe, nació en el siglo X Maslama al-Mayriti, llamado «el Euclides andalusí», notable astrónomo y fundador de una escuela matemática en Córdoba.40

Conquista cristiana y establecimiento de la capitalidad

La iglesia de San Nicolás de los Servitas es la más antigua del casco histórico de Madrid, sin contar el desaparecido edificio que habría en el lugar de la actual Catedral de la Almudena. La torre-campanario, de estilo mudéjar, aún conserva la estructura original del siglo XII, aunque rematada por un chapitel barroco.41

Con la caída del reino taifa de Toledo en manos de Alfonso VI de León y Castilla, la ciudad fue tomada por las fuerzas cristianas en 1085 sin resistencia, probablemente mediante capitulación. La ciudad y su alfoz quedaron integrados en el reino de Castilla como territorios de realengo. Los cristianos sustituyen a los musulmanes en la ocupación de la parte central de la ciudad, quedando los barrios periféricos o arrabales, que en el periodo anterior eran habitados por una comunidad mozárabe, como morería. También existió una judería en el entorno del que sería más tarde barrio de Lavapiés.42 Durante el siguiente siglo, Madrid sigue recibiendo embates de los nuevos poderes musulmanes de la península, los almorávides, que incendian la ciudad en 1109 y los almohades, que la someten a sitio en 1197. La victoria cristiana de Las Navas de Tolosa aleja definitivamente la influencia musulmana del centro de la península.

De esta época proceden dos destacados hechos religiosos que marcan el desarrollo de la personalidad del cristianismo popular de Madrid: el «descubrimiento» de la imagen de la Virgen de la Almudena y la vida de Isidro Labrador, que más tarde sería canonizado.43 La ciudad va prosperando y recibe el título de villa en 1123.44 Siguiendo el esquema repoblador habitual en Castilla, Madrid se constituye en concejo, cabeza de una comunidad de villa y tierra, la comunidad de villa y tierra de Madrid. El gobierno de la ciudad recae en todos los madrileños con el rango de vecinos, reunidos en concejo abierto hasta que en 1346, el rey Alfonso XI implanta el regimiento, en el cual ya sólo representantes de la oligarquía local, los regidores, gobiernan la ciudad. En 1152, el rey Alfonso VII estableció los límites de la comunidad de villa y tierra, entre los ríos Guadarrama y Jarama. En 1188, una representación de Madrid participa por primera vez en las Cortes de Castilla. En 1202, Alfonso VIII le otorgó su primer fuero municipal, que regulaba el funcionamiento del concejo, y cuyas competencias fueron ampliadas en 1222 por Fernando III el Santo.

A pesar del apoyo madrileño a Pedro I, posteriormente los soberanos de la casa de Trastámara residirían con frecuencia en la villa debido a la abundancia y calidad de sus cotos de caza, a la que son muy aficionados. Antes incluso, ya el libro de Montería de Alfonso XI anotaba: «Madrid, un buen lugar de puerco y oso», y posiblemente de esa característica derivaba el escudo que las huestes madrileñas llevaron a la batalla de las Navas de Tolosa.45 Posteriormente, un prolongado pleito entre el Ayuntamiento y la Iglesia, acabó con un acuerdo de reparto de pastos para ésta y pies de árbol para aquél, con lo que un árbol fue incorporado al escudo junto al oso u osa y las siete estrellas de la constelación homónima.45 La identificación del árbol con el madroño es más oscura, más allá de la homofonía con el nombre de la ciudad. Es habitual llamar a Madrid la ciudad del oso y el madroño.

Véase también: Escudo de Madrid

Las Cortes de Castilla se reúnen por primera vez en Madrid en 1309 bajo el reinado de Fernando IV, y con posterioridad en 1329, 1339, 1391, 1393, 1419 y dos veces en 1435. A partir de la unificación de los reinos de España bajo una Corona común, las Cortes se convocaron en Madrid con mayor frecuencia.

En la Guerra de las Comunidades, a la cabeza de su regidor Juan de Zapata, Madrid se une a la sublevación contra Carlos I (1520)46 pero tras la derrota de los comuneros en Villalar, la villa es asediada y ocupada por las tropas reales. A pesar de todo ello, el sucesor de Carlos I, Felipe II decide instalar la corte en Madrid el 12 de febrero de 1561 (451 años).47 Este hecho sería decisivo para la evolución de la ciudad y haría que los avatares del país y la monarquía, en mayor o menor medida, influyeran en el destino de la ciudad. Salvo un breve periodo entre 1601 y 1606 en que la corte se traslada a Valladolid, la capitalidad será consustancial a Madrid desde entonces. Una famosa expresión indicaba esa identidad: «sólo Madrid es corte», lo que, de forma conceptista, también se entendía al revés: «Madrid es sólo corte».48

Con el establecimiento de la corte en Madrid, su población empieza a crecer de forma significativa. A la burocracia real, a los miembros de la corte y todas las personas necesarias para su sustento, se unen desheredados y buscavidas de todo el Imperio español. En 1625, Felipe IV derriba la muralla de la ciudad, ya sobrepasada y edifica la que será la última cerca de Madrid. Esta cerca, construida exclusivamente por razones fiscales (impuesto de portazgo) limitará el crecimiento de la ciudad hasta el siglo XIX. Las tareas de gobierno se centralizan en el Alcázar Real, conjunto de edificaciones situadas en los terrenos que más adelante ocuparán el Palacio Real y la Plaza de Oriente. Paralelamente, se aumentan la superficie de otro palacio en el extremo este de la ciudad, más allá de la cerca. Se trata del Palacio del Buen Retiro, empezado a construir por los Reyes Católicos (que también trasladaron a sus proximidades el monasterio de San Jerónimo el Real, situado anteriormente cerca del Manzanares, zona de la actual Estación de Príncipe Pío), del que se conservan sus jardines, el Salón del Reino y el Salón de Baile, conocido, este último, como el Casón del Buen Retiro y utilizado por el Museo del Prado.

Véase también: Madrid de los Austrias

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Demografía

Artículo principal: Demografía de Madrid.

Población

La población de Madrid ha ido experimentando un importante aumento desde que se transformó en capital. Este aumento es especialmente significativo durante el periodo de 1940 a 1970, en que casi triplicó su número de habitantes debido a la gran cantidad de inmigración interior.74 Este acelerado crecimiento y la falta de planificación urbana produjo que se organizaran núcleos de infraviviendas y zonas residenciales, principalmente en los distritos del sur, en las que los servicios públicos no llegarían hasta muchos años después.75

A partir de los años setenta, este aumento se desacelera en favor de los municipios de zona metropolitana y Madrid incluso comienza a perder población. Desde 1995 el crecimiento poblacional es de nuevo positivo, debido principalmente a la inmigración exterior.76 Según los datos disponibles, a 1 de enero de 2011 la población de Madrid ascendía a 3.265.038 habitantes, frente a los 2.938.723 del censo de 2001.2

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Geografía

Artículo principal: Geografía de Madrid.

Ubicación

La ciudad de Madrid se encuentra en la zona central de la Península Ibérica, a pocos kilómetros al norte del Cerro de los Ángeles, centro geográfico de ésta. Las coordenadas de la ciudad son 40°26′N 3°41′O y su altura media sobre el nivel del mar es de 667 m, siendo así una de las capitales más altas de Europa.

El contexto geográfico y climático de Madrid es el de la Submeseta Sur, dentro de la Meseta Central. La ciudad está situada a pocos kilómetros de la Sierra de Guadarrama e hidrográficamente se encuentra emplazada en la cuenca del Tajo.

Hidrografía

El principal río de Madrid es el Manzanares, que penetra en el municipio en el entorno del Monte de El Pardo alimentando el embalse del mismo nombre, al que también llegan las aguas de los arroyos de Manina y Tejada. Pasado este espacio natural, el río comienza su curso urbano en torno a la ciudad universitaria, entrando después, brevemente, en la Casa de Campo, donde recibe las aguas del arroyo de Meaques.

En este tramo más propiamente urbano, hacia el puente del Rey, recibía las aguas de arroyo Leganitos (su vaguada es el paseo de San Vicente), luego la de otro arroyo que discurría por la Calle de Segovia, y más adelante las aguas del arroyo de la Fuente Castellana (la fuente estaba situada en los llamados Altos del Hipódromo, hacia donde está el actual Museo Nacional de Ciencias Naturales, y la vaguada del arroyo discurría por el actual eje Castellana-Prado).

En su siguiente tramo sirve de frontera entre numerosos distritos, dejando en su margen suroeste a los de Latina, Carabanchel, Usera y Villaverde y en el noreste a los distritos Centro, Arganzuela, Puente de Vallecas, Villa de Vallecas y al resto de la ciudad. En esta fase, concretamente entre los distritos de Arganzuela y Puente de Vallecas, recibe el cauce del soterrado arroyo Abroñigal, cuyo recorrido coincide en su casi totalidad al de la autopista M-30, al usarse la depresión causada por su cauce como medida de insonorización de la vía rápida; también recibe las aguas del arroyo Butarque, éstas en torno al distrito de Villaverde.

A su salida de la ciudad de Madrid, el río entra en el extremo oriental del municipio de Getafe, donde recibe las aguas del arroyo Culebro, para desembocar poco después en las aguas del río Jarama, ya en el entorno de Rivas-Vaciamadrid.

Rascacielos de AZCA con nieve. Las nevadas en Madrid son ocasionales en invierno.

Además de los que desaguan en el Manzanares, existen otros pequeños cursos fluviales en la ciudad de Madrid y en su entorno. Es el caso de arroyos de la Moraleja, de la Vega, Valdelamasa o Viñuelas, que desaguan directamente en el Jarama o del arroyo Cedrón, que lo hace en el río Guadarrama.













Clima

Artículo principal: Clima mediterráneo continental.

El clima de Madrid es un clima mediterráneo continental y está muy influido por las condiciones urbanas. La temperatura promedio es de 14,5 °C.

Los inviernos son fríos, con temperaturas inferiores a los 4-5 °C, heladas frecuentes y nevadas, hoy ocasionales si bien más frecuentes en el pasado. Los veranos son calurosos con medias en torno a los 24 °C en julio y agosto y con máximas que, puntualmente y de forma discontinua, pueden alcanzar los 35 °C. La oscilación diaria es importante en la periferia urbana, pero se ve reducida en el centro de la ciudad por el efecto antrópico. La amplitud térmica anual es alta (19 grados, cifra propia de la Meseta Sur) como consecuencia de la gran distancia al mar y la altitud (en torno a los 600 m). Las precipitaciones anuales son superiores a los 400 mm, con mínimos muy marcados en verano (cuatro meses secos, de junio a septiembre) y grandes oscilaciones entre la zona NO, bastante más lluviosa, y la zona SE que resulta más árida.88

Economía

Artículo principal: Economía de Madrid.

La ciudad de Madrid tenía en 2003 un Producto Interior Bruto de 79.785.000.000 €, suponiendo el 10% de la renta nacional. De los sectores económicos de la ciudad, el más importante es el terciario o sector servicios, que representa ya un 85,09% de la economía de la ciudad. Dentro de este sector destacan los servicios financieros (31,91% del PIB total) y las actividades comerciales (31,84% del PIB total). El resto del PIB lo aporta la industria (8,96% del PIB total), el sector de la construcción (5,93% del PIB total). La agricultura tiene un carácter residual, de manera que apenas aporta un 0,03% del total.

Es el mayor centro empresarial de España: En 2008, el 72% de las 2000 mayores empresas de España tenían su sede central en Madrid.89 Y actualmente, el 50,1% de los ingresos de las 5.000 principales empresas españolas son generados por sociedades con sede social en Madrid, las cuales representan el 31,8% de ellas.90

http://es.wikipedia.org/wiki/Madrid

http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Rascacielos_en_Madrid

Pinche para ver las Fuentes seleccionadas



Vídeo:

Web recomendada: http://www.esmadrid.com/es/portal.do

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Inserción: 2012-06-02 14:22:43

 

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